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Gestión de hechos no elegidos: cómo afrontar los retos sobrevenidos

Mercedes Cisneros
Executive Coach por EEC
Directora Financiera

Lo que estás leyendo es una narración completamente personal basada en experiencias y vivencias acerca de un reto sobrevenido, nada más; en relación a esto mismo que yo cuento, habrá tantas definiciones, características y juicios, como personas que lo expliquen.

Sobre la vida, que es este reto y que consiste en una sucesión de conversaciones múltiples (con otros, con uno mismo, con las cosas que nos suceden, con las que no nos suceden, etc.), no hay una realidad ni una verdad única, sino puntos de vista y posicionamientos ante los hechos que ocurren.

Las personas tenemos una enorme capacidad y tenemos la libertad de elegir “cómo afrontamos lo que nos pasa”. Leí una vez que no es tanto lo que nos ocurre sino lo que elegimos hacer con ello.

De esta manera, aquello que empieza siendo un quiebre y una pérdida de la transparencia en la que transitamos, podemos transformarlo en reto y terminar siendo una hermosa oportunidad de crecimiento.

Lograr esta transformación depende de nosotros, de las creencias que sostengamos, de nuestros juicios y de nuestra flexibilidad para ver lo que nos sucede desde prismas diferentes.

Aunque algunas veces nos parezcan locuras, nada se puede descartar.

Cómo es el reto que no elegimos

A diferencia del reto diseñado, el reto sobrevenido no es planificado, es inesperado, y carece del disfrute que todo diseño lleva aparejado: no hay ensoñación sobre cómo será o cómo lo llevaré a cabo.

El reto sobrevenido nos aborda violentamente un día, una hora, un momento, de repente, y nos deja en un estado de shock del que salen preguntas del tipo: cómo me ha podido pasar esto a mí, y del que también surge la distinción de vulnerabilidad, como una flecha certera en la diana del mejor caballero medieval.

El instante anterior éramos todo seguridad, todo certeza, todo control y a continuación nos damos cuenta de lo vulnerables que somos. Nos sentimos en una posición de debilidad (todavía ni siquiera de vulnerabilidad) cargados con emociones de rabia, tristeza, enfado y miedo.

Sentimos sobre todo miedo porque se nos presenta un panorama desconocido (en parte o totalmente) que ignoramos cómo abordar. Esta etapa inicial no es reto todavía, es solo quiebre, desolación, perplejidad. Para que sea reto, necesitamos aceptación.

Pues una vez asumido lo que ha pasado (y aquí los tiempos dependen de la persona) podemos considerarlo reto y empezar a diseñarlo de acuerdo a nuestro enfoque, a nuestras creencias y los juicios acerca de él.

El diseño de mi reto sobrevenido Incluso en pleno estado de shock podemos ir diseñando de forma paralela qué acciones son las que más convienen en función de nuestro objetivo.

Es un momento de transición en el que podemos pasar de preguntarnos "¿por qué este quiebre?", lo que nos traslada al pasado y nos habla de aquello que no podemos cambiar; a pasar a preguntarnos "¿para qué este quiebre?", que hos hace mirar al futuro, donde sí podemos tener margen de maniobra, para qué elegir tener un futuro u otro.

Esto me puso en acción y, al tiempo que realizaba las acciones médicas, me hacía preguntas del tipo ¿qué puedo hacer yo?

Estaba pasando del estado de víctima (¿por qué a mí?) a responsable (¿qué puedo hacer yo?). Me dije: nada va a ser diferente y la que lo voy a hacer diferente soy yo.

El amor surgió después Encontré muchas cosas que sí podía hacer, aunque algunas colisionaban con mi esencia y con mis conversaciones internas, como pedir ayuda, mostrar vulnerabilidad, abandonar el control y confiar en otros.

Cuando decidí tomar las riendas de mi propio reto (ahora sí empezaba a ser reto) la emoción del miedo no me abandonó pero sí las emociones de la rabia y la tristeza.

Empezaron a aflorar otras emociones, primero, la ilusión; después, y cada vez con más fuerza, el amor.

El amor ha sido el motor de mi reto: amor a la vida, a mis hijas, a mi familia, a mis amigos, a mi profesión, a esa Naturaleza en la que tanto me gusta pasear y a la que tanto me gusta observar y, sobre todo, amor a mí misma.

A menudo pensaba en el orgullo que sentiría tras superarlo y reflexionara sobre los aprendizajes que me habría dejado este reto. Liderando y en aprendizaje continuo.

Cuando hablo de tomar las riendas, hablo de liderar, de convertirte en verdadero líder de tu curación: de elegir los recursos que te sirven y desechar los que no, de elegir a las personas también y de ponerte al servicio del reto.

Para mí, así es como la resignación dejó paso a la aceptación.

No había culpables, no había reproches, simplemente había algo sobre lo que “trabajar”, dándole el peso que le correspondía. Una vez me preguntó alguien muy sabio qué sería diferente en mi vida después de este reto. En ese momento no supe qué responder. Hoy, tampoco sabría decirlo.

Lo que sí sé es que yo no soy ahora la misma que hace un año.

Ahora que ya ha pasado la fase más difícil, toca disfrutar, celebrar, sentirme orgullosa del camino recorrido y los logros obtenidos, reflexionar, ilusionarme con nuevos proyectos y, con todo esto, ir descubriendo e ir siendo consciente de eso que, desde que me sobrevino este gran reto, es diferente. Madrid, 20 de septiembre de 2016

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