Blanca Huarte-Mendicoa: Líderes que escuchan y transforman

La transformación de la escucha radica en cuestionar mis creencias, mis modos de hacer, en escucharme realmente también a mí mismo. En muchas ocasiones, vamos por la vida con un piloto automático sin pararnos a escuchar nuestras necesidades, ni nuestros deseos, ni inquietudes, ni emociones, ni tampoco las de los demás o las del entorno. La escucha implica presencia, estar en el “aquí y en el ahora”. 

 
Por otro lado, también creo que la escucha implica estar “vacíos” para poder “llenarnos” de otras perspectivas. Seguramente todos hemos visto la imagen en la que se interponen una anciana y una joven. No es posible ver una de las imágenes sin haber “abandonado” la imagen de la otra en la cabeza. No puedo ver a la “anciana” sin dejar de lado la “joven”. 
 
La escucha implica estar dispuesto a ver otra posibilidad. La escucha es evolución.

Para mí, escuchar es una llave maestra que me puede permitir aumentar la conexión con el otro y conmigo. Para mí, el liderazgo se apalanca más en un buen oyente que en un buen orador. Y ello incluye el arte de la pregunta.

¿Cómo preguntar para comprender la perspectiva del otro, para empoderarle, para que busque los recursos dentro de sí?

Estamos muy acostumbrados a escuchar para dar respuestas, para resolver, y no tanto para generar nuevas preguntas.

Por su presencia, por estar en el momento, por conectar con el otro, por ser flexible y permitirse cambiar de idea, por esa serenidad que da el saber que no existe una única verdad, que el mundo es continua evolución y cambio.

 

Es aquel líder que tiene una escucha global, que escucha lo que se dice y lo que no se dice, que se permite preguntar sin saber la respuesta o sin estar aferrado a su propia respuesta, que deja espacio para el otro, que le regala su presencia y su silencio.

 
Para mí, también es aquel líder que se escucha a sí mismo, a sus propias inquietudes y necesidades... que es capaz de diferenciar el personaje de la persona. 

He tenido algunas referencias de personas a mi alrededor que me han escuchado plenamente. Ahora bien, creo que descubrí el gran poder de la escucha cuando la cultivé y la sigo cultivando conmigo misma. 

A través de la escucha, me permito estar en silencio conmigo (visto que para mí la escucha también es silencio) y empatizar con mis emociones, dejándolas espacio y escuchando el mensaje que tengan para mí. El poder transformador de esa escucha hacia mí misma sucede cuando me legitimo con mis luces y mis sombras, cuando incluso escucho mis contradicciones, cuando escucho esa voz crítica sobre mí misma y me permito aceptarla, decirle que ya no me sirve y escojo cambiar el “dial”.

Creo que todo esto me ha facilitado una escucha más holística, vacía y presente con el otro, aceptándole como legítimo otro, con sus sombras, sus incongruencias, sus necesidades… porque me he dado cuenta de que, en esencia, todos somos lo mismo.

Ayer, en una conversación con uno de mis hijos que me permitió transformar un posible conflicto en una oportunidad.

Hoy, con un directivo-coachee que ansiaba ser escuchado con todos los sentidos (oído, cuerpo y emoción) y que necesitaba ese espacio para encontrarse consigo mismo, para comprenderse y decidir cuál era la mejor opción para él y su equipo.