¿Se imaginan a un jugador o a un equipo de fútbol sin entrenador?
En muchos sentidos, los retos que ha de afrontar un deportista de élite, un directivo o un empresario son parecidos. Las claves para superarlos también. Muchos principios y prácticas del estilo de liderazgo que promueve el coaching ejecutivo provienen del mundo del deporte donde, además de la preparación técnica y física, tiene gran importancia la preparación mental.
En el ambiente deportivo es sabido que este trabajo mental es el que convierte al aspirante en ganador. Concretamente, el deportista trabaja el autoconocimiento, la gestión de las emociones, la visualización del logro, el esfuerzo planificado, el desarrollo del potencial no explotado.
También sabemos que contar con los mejores entrenadores (o directivos) no significa automáticamente conseguir equipos de alto rendimiento. El deporte nos da numerosos ejemplos de ello. Trabajar juntos eficazmente supone tener voluntad de ganar, creer en sí mismos y en los compañeros, así como compartir sentido de pertenencia, valores, creencias y compromisos, que ayudarán al equipo a lograr sus resultados.
¿Cuántos directivos firmarían por conseguir esto en sus equipos y no se atreven a pedir un coach a su departamento de RR.HH.?
Enfrentarse a los enemigos del aprendizaje significa crecer profesionalmente. Las creencias limitantes en los líderes minan a sus equipos y acaban frenando al desarrollo de las organizaciones. El coaching ejecutivo, y la variedad de coaching de equipos se encarga, precisamente, de ayudarles a conseguir estas metas.