La distinción Suerte/Probabilidad se me ocurrió hace unos años en una sesión de coaching con un cliente que participaba en un programa que organicé para desempleados. En su discurso, muchas personas apelaban a la suerte; y el emergente emocional del colectivo era de falta de autoconfianza, resignación y baja autoestima. Había acompañado a bastantes personas en su misma circunstancia.
El cambio de observador
Aquel cliente, solo con mirar un pequeño esquema de cuál estaba siendo el target al que se había dirigido para ofrecerse a oportunidades profesionales, se dio cuenta de cómo estaba enfocando su situación y de cómo se había estado posicionando.
Él decía, “qué mala suerte, me he mudado a otra zona, donde ya no viven las personas que me pueden ayudar”. Empezó a darse cuenta de cómo podrían aumentar sus probabilidades a medida que abría el radio de acción de su barrio, al municipio de Madrid, a la Comunidad de Madrid, a España, a Europa… Su emoción cambió e inmediatamente se puso en modo “acción” y a diseñar su plan para acceder a un target mucho más amplio.
Suerte o probabilidad
A menudo las personas hablamos de suerte en nuestra vida cotidiana, apelando a la misma para esperar qué nos traerá o nos negará. Nos amparamos en nuestras creencias profundas, “Dios lo ha querido así”, “es mi destino”, “nunca podré, siempre tengo mala suerte”.
Es una manera de situarnos ante el futuro, como sujetos pasivos sin capacidad de acción, sin influencia, sin posibilidades. Cuando nos relacionamos de esta manera con nuestro futuro, sin darnos cuenta, nos resignamos y esto nos bloquea en la acción porque pensamos que no podemos hacer nada, que las posibilidades no dependen de nosotros. Al pensar así nos sentimos tristes, impotentes, abatidos, desanimados, frustrados, desmotivados, pesimistas y víctimas de un entorno que no tiene que ver con nosotros.
Sin embargo, nos podemos mirar desde otra perspectiva, pensando que no se trata de la suerte como algo externo a nosotros. Podemos hacernos cargo de nuestras posibilidades pensando que dependen de la probabilidad de producirse, y que nosotros somos sujetos activos capaces de influir para aumentar esas probabilidades.
Cuando conectamos con nuestras capacidades, con nuestra influencia y con nuestra responsabilidad como sujetos activos, nuestros sentimientos cambian. Empezamos a sentirnos esperanzados, optimistas, animados, confiados, y desde este sentir, estamos mucho más orientados a la acción.
Distinción responsabilidad
En coaching, esta distinción es importante para que el cliente se haga responsable y conecte con su capacidad de aumentar las probabilidades de éxito en lo que quiere lograr. Es una distinción muy útil para la competencia de Plan de Acción y conecta con la sincronicidad.
En relación a la frase de Einstein: “Dios no juega a los dados con el universo”.
Más allá de nuestras creencias, científicamente es demostrable que cuando estamos interrumpidos en la acción, bloqueados e incomunicados, es decir, que no contamos a nuestro entorno lo que necesitamos, todos los sucesos en los que estamos implicados producirán resultados alejados de los deseados. Por el contrario, si nos activamos, nos comunicamos, conectamos con nuestro entorno y confiamos, los resultados serán muy diferentes, pues el entorno se sincronizará a nuestro favor.
En la medida en que generemos acciones de mayor influencia, nuestro entorno se irá alineando y aumentarán las probabilidades, hasta niveles que nos puedan parecer causales y fortuitos.
Esta distinción nos permite darnos cuenta del poder que tenemos, de que los sucesos dependen de probabilidades que no hemos explorado, no de la mera casualidad, y nos permite visualizarnos como sujetos con mucha más capacidad de influencia de la que a priori pensábamos que teníamos.