Aprendí, hace años, que, en momentos de demasiado ruido, mi cuerpo me empuja a liberar mi mente en movimiento. Creo que hasta que no estuve en EEC no entendí exactamente qué es lo que buscaba en mis caminatas. Buscaba, y busco, tiempo para hablarme, para escucharme, para entenderme.
Al empezar a caminar rápido, como si fuera a algún lugar al que llego tarde, voy soltando el peso de lo acontecido y los pensamientos sobre lo que vendrá. Empiezo a estar presente; me disuelvo y luego, poco a poco, voy componiendo de nuevo mi retrato; me lleno del aire que me toca; mi cuerpo entiende la estación en la que está: me mojo si llueve, siento frío o calor.
Voy dejando de caminar tan rápido y me lleno de miradas ausentes. Y de pronto, en cada pasear me cruzo con una mirada directa, sincera que, sin miedo ni pudor, sostiene la mía. Es la mirada del otro que reconoce que estoy construyéndome de nuevo en un paseo. Nos saludamos entendiéndonos parte del mismo puzle.
Es mi momento de hablarme. De darme un tiempo para averiguar qué pienso, qué creo. Sólo desde la emoción y el lenguaje puedo poco a poco elaborar mi pensamiento, acompañarme en ir siendo yo. Me reconcilio con la sensación de que soy parte de todas las personas con las que me cruzo, me llena la soledad compartida en un instante lleno de voces extranjeras que me rozan al pasar.
Y es en ese instante, cuando ya no importa el ruido, las voces, los coches o el silencio absoluto, el calor de agosto en Madrid o la humedad de Costa Rica cuando sé que ya puedo regresar a casa. Vuelvo con el corazón descalzo y calor en el alma. He conquistado de nuevo el espacio que hay entre lo que pasa y lo que a mí me pasa con lo que pasa. Ese espacio es mi libertad.
Aprendí a construir este significado para mí en la Escuela Europea de Coaching. Ahora ya puedo volver a vestir mi nombre con las capas: soy mamá y amiga, hermana e hija, mujer y confidente, compañera y líder y todo vuelve a tener sentido porque mi yo ya no está sepultado, hundido bajo significados.
Siento que puedo volver a defender con gallardía mis sueños, mi presente y a por lo que voy. Es mi gimnasia mental para recuperar mi centro vital. El paseo me ha vaciado de palabras y me ha llenado de sentido. Siento que todo tiene un porqué o no lo tiene y tampoco importa. He vuelto a mi lugar y desde ahí volveré a empezar mañana.
Por María Porta Ferrer, Coach Certificada EEC 2016
Talent, Communication and CSR Manager en GLOBALVIA INVERSIONES