¿Cuántas veces para encajar, para ser aceptado o para conseguir algo, me descubro a mí misma pensando en lo que le gustaría ver o escuchar de mí a otra persona? ¿Cuánto tiempo dedico a hacer cosas pensando en los demás y no en lo que yo quiero, yo siento, yo necesito? ¿Cuánta energía empleo en imaginar lo que el otro va a ver de mí si digo o hago una cosa u otra?
“Sin aceptación y respeto por uno mismo, uno no puede aceptar y respetar al otro”, H. Maturana.
Actúo para 'demostrar' cuando mi observador, mis creencias y la historia que me cuento hablan, sobre todo, de la fantasía de control que creo que ejerzo sobre los demás y sobre el impacto que creo que tendrá lo que hago en el exterior. Sucede cuando mis acciones se construyen a partir de mi conversación interna sobre lo que yo pienso que tengo que demostrar.
En estos casos, sin evidencias sobre lo que el otro espera, lo que en realidad ocurre es que aplico mi forma de ver el mundo al entorno esperando que el otro me juzgue de la misma forma en que yo lo haría. Si actúo tratando de demostrar, parto de mis propias certezas y no tengo en cuenta el observador diferente que el otro es, por lo que descarto cómo los demás están viendo el mundo.
Cuando mi estado emocional tiene que ver con el miedo a no ser aceptado aparece la desconfianza en mí o en el otro; una inseguridad que pone mi atención en alerta anticipando, desde mis propias expectativas, lo que creo que ocurrirá.
Cuando mi observador sobre lo que quiero conseguir tiene más que ver con lo que yo creo que el otro espera de mí y con lo que imagino que a los demás les gustaría ver, el foco de mi atención está fuera. Entonces, aparece la paradoja de que, en el intento de querer controlar lo que el otro piensa de mí, pongo mi energía y mi actuación lejos de lo que realmente conozco y sobre lo que sí puedo actuar. Tratando de conseguir un determinado efecto en el medio que nos ayude a obtener unos determinados resultados, nos empeñamos en poner el foco fuera alejándonos de nosotros mismos.
Cuando vuelvo el foco hacia mí, la luz de mi atención se concentra en lo que sí sé que sé. Mi esfuerzo está entonces en decidir lo que yo quiero mostrar y contacto directamente con mi valor y mi motivación. Mi conversación interna me empodera desde mis capacidades y fortalezas y puedo mostrar estos recursos porque forman parte de mi identidad personal y de la confianza en mí misma, porque tienen que ver conmigo y con mi autenticidad.
Cuando asumo mi capacidad para mostrar aquello que quiero mostrar, mis posibilidades de acción se amplían desde mis propias competencias y me empodero para poder elegir qué es aquello que mostraré para conseguir lo que quiero. Para alcanzar este estado, necesito aceptarme en mis limitaciones y en mi vulnerabilidad y tener muy presente la posibilidad de equivocarme, sabiendo que si aparece el error podré aprender de ello.
Lo que muestro no es mejor que lo del otro, pero lo conozco, lo puedo cambiar y mejorar si así lo decido.
Mostrar-demostrar,una distinción de coaching
Como coach, he utilizado esta distinción para ayudar a que el cliente de coaching aumente su conciencia acerca de cómo sus creencias le están posicionando en mostrar o en demostrar. Una sesión de coaching puede servir para que el cliente pueda ver si sus acciones son fruto del demostrar sin tenerse en cuenta y alejado de sí mismo y de qué manera esto le puede condicionar y estar limitando su acción.
“La aceptación del otro como legítimo otro”, dice también Humberto Maturana.
Mostrar tiene que ver con el amor a uno mismo, con confiar en que mi valor para el otro está en mi diferencia y para ello necesito aceptarme yo también como legítimo y valioso para estar siendo en el mundo quien quiero estar siendo.
Y tú, ¿en qué situaciones estás más en mostrar, conectado contigo mismo y tu valía, y cuándo en demostrar, poniendo el foco en lo que piensas que los demás esperan de ti?