Nos hacemos eco de la emotiva carta que un hombre ha escrito tras la muerte de su mujer en los atentados de París titulada «No tendréis mi odio» y que se ha extendido en los medios y en las redes sociales:
«Usted no tendrá mi odio.
El viernes por la noche le robaste la vida de un ser de excepción, el amor de mi vida, la madre de mi hijo pero usted no tendrá mi odio. No sé quién eres y no quiero saberlo, usted es de las almas muertas. Si ese Dios para que te maten a ciegamente nos ha hecho a su imagen, cada bala en el cuerpo de mi mujer habrá sido una herida en su corazón.
Entonces no no le voy a hacer este regalo de odiarse. Lo tienes bien buscado con todo pero responder al odio por la ira sería ceder a la misma ignorancia que ha hecho de ti lo que eres. Quieres que tengo miedo, que miro a mis conciudadanos con un ojo desconfiado, que sacrifique mi libertad por la seguridad. Perdido. Mismo jugador juega otra vez.
La vi esta mañana. Por último, después de las noches y los días de espera. Ella era tan hermosa como cuando ella es parte de este viernes por la noche, tan hermosa como cuando estoy locamente enamorado hace más de 12 años. Por supuesto estoy devastado por el dolor, le concedo esta pequeña victoria, pero será de corta duración. Sé que ella nos acompañará cada día y que nos encontraremos en este paraíso de las almas libres al que usted nunca tendrá acceso.
Somos dos, mi hijo y yo, pero somos más fuerte que todos los ejércitos del mundo. No tengo, por otra parte, no más de tiempo a usted dedicar, tengo que llegar a melvil que se despierta de su siesta. Tiene 17 meses de pena, va a comer su merienda como todos los días, y luego vamos a jugar como todos los días y toda su vida este niño le hará la afrenta de ser feliz y libre. Porque no, usted no tendrá su odio no más». Fin.
La carta nos lleva a reflexionar sobre lo que nos pasa, sobre las experiencias que nos tocan vivir. Sobre el perdón. Sobre la generosidad. Sobre muchas distinciones de coaching. Sobre la libertad. Y sobre el poder del relato que nos contamos. De una experiencia, ¿qué aprendemos? ¿Con qué nos quedamos? Como se dice en coaching: «Siempre estoy a tiempo de haber tenido una infancia feliz». A veces no es solo lo que sucede, sino lo que nos contamos de eso que sucedió.
Nos hacemos eco de la emotiva carta que un hombre ha escrito tras la muerte de su mujer en los atentados de París titulada «No tendréis mi odio» y que se ha extendido en los medios y en las redes sociales:
«Usted no tendrá mi odio.
El viernes por la noche le robaste la vida de un ser de excepción, el amor de mi vida, la madre de mi hijo pero usted no tendrá mi odio. No sé quién eres y no quiero saberlo, usted es de las almas muertas. Si ese Dios para que te maten a ciegamente nos ha hecho a su imagen, cada bala en el cuerpo de mi mujer habrá sido una herida en su corazón.
Entonces no no le voy a hacer este regalo de odiarse. Lo tienes bien buscado con todo pero responder al odio por la ira sería ceder a la misma ignorancia que ha hecho de ti lo que eres. Quieres que tengo miedo, que miro a mis conciudadanos con un ojo desconfiado, que sacrifique mi libertad por la seguridad. Perdido. Mismo jugador juega otra vez.
La vi esta mañana. Por último, después de las noches y los días de espera. Ella era tan hermosa como cuando ella es parte de este viernes por la noche, tan hermosa como cuando estoy locamente enamorado hace más de 12 años. Por supuesto estoy devastado por el dolor, le concedo esta pequeña victoria, pero será de corta duración. Sé que ella nos acompañará cada día y que nos encontraremos en este paraíso de las almas libres al que usted nunca tendrá acceso.
Somos dos, mi hijo y yo, pero somos más fuerte que todos los ejércitos del mundo. No tengo, por otra parte, no más de tiempo a usted dedicar, tengo que llegar a melvil que se despierta de su siesta. Tiene 17 meses de pena, va a comer su merienda como todos los días, y luego vamos a jugar como todos los días y toda su vida este niño le hará la afrenta de ser feliz y libre. Porque no, usted no tendrá su odio no más». Fin.
La carta nos lleva a reflexionar sobre lo que nos pasa, sobre las experiencias que nos tocan vivir. Sobre el perdón. Sobre la generosidad. Sobre muchas distinciones de coaching. Sobre la libertad. Y sobre el poder del relato que nos contamos. De una experiencia, ¿qué aprendemos? ¿Con qué nos quedamos? Como se dice en coaching: «Siempre estoy a tiempo de haber tenido una infancia feliz». A veces no es solo lo que sucede, sino lo que nos contamos de eso que sucedió.
Nos hacemos eco de la emotiva carta que un hombre ha escrito tras la muerte de su mujer en los atentados de París titulada «No tendréis mi odio» y que se ha extendido en los medios y en las redes sociales:
«Usted no tendrá mi odio.
El viernes por la noche le robaste la vida de un ser de excepción, el amor de mi vida, la madre de mi hijo pero usted no tendrá mi odio. No sé quién eres y no quiero saberlo, usted es de las almas muertas. Si ese Dios para que te maten a ciegamente nos ha hecho a su imagen, cada bala en el cuerpo de mi mujer habrá sido una herida en su corazón.
Entonces no no le voy a hacer este regalo de odiarse. Lo tienes bien buscado con todo pero responder al odio por la ira sería ceder a la misma ignorancia que ha hecho de ti lo que eres. Quieres que tengo miedo, que miro a mis conciudadanos con un ojo desconfiado, que sacrifique mi libertad por la seguridad. Perdido. Mismo jugador juega otra vez.
La vi esta mañana. Por último, después de las noches y los días de espera. Ella era tan hermosa como cuando ella es parte de este viernes por la noche, tan hermosa como cuando estoy locamente enamorado hace más de 12 años. Por supuesto estoy devastado por el dolor, le concedo esta pequeña victoria, pero será de corta duración. Sé que ella nos acompañará cada día y que nos encontraremos en este paraíso de las almas libres al que usted nunca tendrá acceso.
Somos dos, mi hijo y yo, pero somos más fuerte que todos los ejércitos del mundo. No tengo, por otra parte, no más de tiempo a usted dedicar, tengo que llegar a melvil que se despierta de su siesta. Tiene 17 meses de pena, va a comer su merienda como todos los días, y luego vamos a jugar como todos los días y toda su vida este niño le hará la afrenta de ser feliz y libre. Porque no, usted no tendrá su odio no más». Fin.
La carta nos lleva a reflexionar sobre lo que nos pasa, sobre las experiencias que nos tocan vivir. Sobre el perdón. Sobre la generosidad. Sobre muchas distinciones de coaching. Sobre la libertad. Y sobre el poder del relato que nos contamos. De una experiencia, ¿qué aprendemos? ¿Con qué nos quedamos? Como se dice en coaching: «Siempre estoy a tiempo de haber tenido una infancia feliz». A veces no es solo lo que sucede, sino lo que nos contamos de eso que sucedió.
Nos hacemos eco de la emotiva carta que un hombre ha escrito tras la muerte de su mujer en los atentados de París titulada «No tendréis mi odio» y que se ha extendido en los medios y en las redes sociales:
«Usted no tendrá mi odio.
El viernes por la noche le robaste la vida de un ser de excepción, el amor de mi vida, la madre de mi hijo pero usted no tendrá mi odio. No sé quién eres y no quiero saberlo, usted es de las almas muertas. Si ese Dios para que te maten a ciegamente nos ha hecho a su imagen, cada bala en el cuerpo de mi mujer habrá sido una herida en su corazón.
Entonces no no le voy a hacer este regalo de odiarse. Lo tienes bien buscado con todo pero responder al odio por la ira sería ceder a la misma ignorancia que ha hecho de ti lo que eres. Quieres que tengo miedo, que miro a mis conciudadanos con un ojo desconfiado, que sacrifique mi libertad por la seguridad. Perdido. Mismo jugador juega otra vez.
La vi esta mañana. Por último, después de las noches y los días de espera. Ella era tan hermosa como cuando ella es parte de este viernes por la noche, tan hermosa como cuando estoy locamente enamorado hace más de 12 años. Por supuesto estoy devastado por el dolor, le concedo esta pequeña victoria, pero será de corta duración. Sé que ella nos acompañará cada día y que nos encontraremos en este paraíso de las almas libres al que usted nunca tendrá acceso.
Somos dos, mi hijo y yo, pero somos más fuerte que todos los ejércitos del mundo. No tengo, por otra parte, no más de tiempo a usted dedicar, tengo que llegar a melvil que se despierta de su siesta. Tiene 17 meses de pena, va a comer su merienda como todos los días, y luego vamos a jugar como todos los días y toda su vida este niño le hará la afrenta de ser feliz y libre. Porque no, usted no tendrá su odio no más». Fin.
La carta nos lleva a reflexionar sobre lo que nos pasa, sobre las experiencias que nos tocan vivir. Sobre el perdón. Sobre la generosidad. Sobre muchas distinciones de coaching. Sobre la libertad. Y sobre el poder del relato que nos contamos. De una experiencia, ¿qué aprendemos? ¿Con qué nos quedamos? Como se dice en coaching: «Siempre estoy a tiempo de haber tenido una infancia feliz». A veces no es solo lo que sucede, sino lo que nos contamos de eso que sucedió.