De la procrastinación a la productividad

Me defino en muchos aspectos como una autentica procrastinadora. Hablando en términos más coloquiales quiero decir a que a menudo me descubro aplazando ciertas actividades porque me produce pereza o desagrado el llevarlas a cabo.El cuento acaba con que al final las acabo realizando a tiempo pero con un plus de ansiedad y el pensamiento de que la calidad podría haber sido mucho mejor si lo hubiera afrontado con tiempo.

Por Beatriz Pantín, coach certificada en EEC.

Muchas veces tachamos a los procrastinadores de perezosos y vagos. He recibido consejos del tipo “Esfuérzate más”, “Organízate”, “Tu problema es la falta de disciplina”. Sin embargo no procrastino todos mis asuntos, algunos que abordo urgentemente y con gran eficacia y éxito.

Cuando hago lo que me gusta y me resulta cómodo, soy algo más que una procrastinadora…

Los porqués del procrastinador

Me ha costado mucho ver cual es la intención positiva de esta conducta. Me he dado cuenta de que en última instancia la procrastinación me ayuda a alejarme de algo que me resulta amenazante, que considero que no tengo capacidad para ello y que siento que puede empañar mi concepto de valía personal (una vez más la confusión entre el ser y el hacer está detrás de todo). Asumo una posible crítica a mi trabajo realizado como una crítica a mí misma.

El perfeccionismo, la autocrítica y la procrastinación son maneras naturales de protegerme.

Existen manuales y autores que hablan sobre productividad (Stephen Covey, Leo Babauta, David Allen) y ofrecen técnicas para ser más productivos pero yo en realidad quería profundizar más en los por qué del procrastinador. Y en esta búsqueda, llegó a mis manos el libro de Neil Fiore, “Hazlo Ahora”.

Fiore dedica la primera parte de su libro a desentrañar las posibles causas de la procrastinación y luego aportar una serie de técnicas efectivas para combatirla, que trataré de resumir. 3 formas de manifestar la procrastinación Como forma indirecta de resistir a la presión de la autoridad.

La procrastinación puede expresar resentimiento para vengarte de la autoridad que te coloca en situaciones en las que tus alternativas parecen negativas.

“Pagas las multas o iras a la cárcel”. La autoridad puede ser externa o interna. Te sientes una víctima de lo que dicen las normas y te surge el discurso de víctima “tengo que hacerlo” frente al “elijo hacerlo”. 

La procrastinación surge entonces como la única manera de ejercer un poco de control y poder sobre tu vida y te incita a rebelarte. Como forma de aliviar el miedo al fracaso, dándonos una excusa para un resultado decepcionante y menos que perfecto.

Ocurre cuando tu nivel de exigencia es muy alto y eres muy crítico con tus errores. Surge para defenderte de proyectos arriesgados en los que hay una alta probabilidad de fracaso.

Como defensa contra el miedo al éxito, impidiéndonos dar lo mejor de nosotros mismos. Si el éxito de nuestra carrera profesional llega a causar conflictos en nuestras relaciones, la procrastinación puede servir como intento de contacto entre dos mundos que parecen opuestos.

Ejemplos para entender la procrastinación

Para entender mejor qué ocurre en la cabeza de un procrastinador, recomiendo el famoso vídeo Ted sobre el tema donde un mono representa el placer inmediato frente a nuestra parte racional. Y también, estos tres ejemplos propuestos por Fiore en su libro.

Pongamos que el asunto que procrastinamos es andar por una tabla de diez metros de largo, diez centímetros de grosor y treinta de ancho y posees todas las características físicas y emocionales para llevar a cabo esta tarea. Ahora cierra los ojos relájate y visualiza como te sientes ¿tienes miedo? ¿Hay algo que te bloquea?

Imagina que la tarea es la misma, que tus capacidades son las mismas pero ahora la tabla está suspendida entre dos edificios a 30 metros del suelo? ¿Ahora como te sientes? ¿en qué piensas? ¿qué te dices a ti mismo? La respuesta habitual es pensar en la altura ¿Y si me caigo? 

La consecuencia de caerme o cometer un error probablemente sería la muerte. Al concentrarte en el peligro de caer pierdes la perspectiva de la tarea y olvidas que tenías toda la capacidad para hacerlo. Ha dejado de ser una simple tarea, un examen, un proyecto… ahora es tu vida, tu futuro lo que está en juego.

A nivel psicológico somos nosotros los que elevamos la tabla del suelo reemplazando una tarea sencilla por un examen de nuestra valía. El creer que nuestro hacer centra toda nuestra atención en protegernos del error en lugar de desempeñar sencillamente nuestro trabajo.

En esta situación la tarea sigue siendo sencilla, tienes toda la capacidad para hacerla, pero sigues paralizado en el extremo de la tabla: mientras piensas qué hacer, descubres que hay un fuego detrás del edificio que aguanta tu tabla en el extremo. De repente, sabes que tienes que cruzar la tabla, pero ya no tienes tiempo para pensar en la caída o en hacerlo a la perfección y comienzas a pensar en la manera creativa de cruzar esa tabla de cualquier manera, aunque sea imperfecta.

De repente, el miedo a caerte ha dado paso a la acción. El fuego representa para el procrastinador la presión por el tiempo, la hora límite de la entrega. Así que realizas tu tarea de cualquier manera que sepas hacerla.

  • ¿Quien eleva la tabla lejos del suelo, paralizándote?
  • ¿Quien enciende el fuego para crear la presión que representa la fecha de entrega?
  • ¿Eres consciente de que cuando procrastinas esto sólo lo haces tú?

La procrastinación es una costumbre combatible. 9 técnicas y actitudes para dejar de procrastinar: 

1. Crearnos un sentido de valía protegido e indiscutible alejado de la consecución de nuestros objetivos. Mientras no lo hagamos, tenderemos a procrastinar para proteger nuestra identidad. Hablarnos con un lenguaje positivo para apreciar realmente la nuestra valía intrínseca.

Mensajes como “tengo que” o “debo de” están diciendo a nuestra mente “no quiero hacerlo, pero debo obligarme” y ponen de manifiesto que la tarea que se requiere es desagradable y queremos evitarla. Estos mensajes no aportan nada de lo que queremos, decidimos o elegimos hacer.

2. Cambiar la manera de hablarnos mediante el lenguaje de elección y compromiso es una de las primeras técnicas a emplear. La motivación necesita equilibrio entre el tiempo de ocio y trabajo. Escatimar las vacaciones, el descanso y el ejercicio supone suprimir el espíritu y la motivación. De esta manera, convertimos la vida “en un gigante plato de espinacas en el que el postre no llega nunca”.

Para disminuir la necesidad de procrastinar frente a las exigencias de la vida debemos disfrutar del ocio sin sentirnos culpables y recargarnos con periodos de renovación física y mental.

3. Registrar durante dos semanas el tiempo para el ocio y otros asuntos personales al margen del trabajo. Se trata de detectar la ineficiencia y tiempo perdido y los huecos reales disponibles para realizar asuntos prioritarios.

Es necesario crear el diario de la procrastinación con la fecha, la actividad que procrastinamos (cambiar las luces halógenas, por ejemplo), el pensamiento que hay detrás (tengo que hacerlo pero no tengo ganas), la justificación (hace un día demasiado bonito), el intento de solución (me pongo a ver la tele) y cuál ha sido el pensamiento resultante (culpabilidad, me acuso de perezoso). Este diario te ayudará a saber qué hiciste, cuánto tiempo perdiste, qué sentiste y qué te empujó a procrastinar.

4. Registra en una 'No Agenda' el tiempo de ocio, dejando espacios en blanco en los que anotar los trabajos difíciles que vayamos finalizando, una vez terminados. Se trata de evitar una visión de la vida carente de diversión y libertad, resultante únicamente de programar y agendar el trabajo.

5. Empezar por la tarea difícil para evitar el miedo al bloqueo y la parálisis que nos producen el iniciar tareas complejas (Hazlo ahora) pero dedicarle solo 30 minutos. Es el tiempo necesario para comenzar el proyecto y desenredar el nudo y el miedo que nos produce abordar la tarea. Pasada esa media hora de concentración en la tarea difícil nos podemos dar una recompensa inmediata con ocio que nos motive.

6. La 'No Agenda' refuerza la confianza a través de gratificaciones inmediatas y también porque el hecho de dejar registrado cada periodo de trabajo permite visualizar cuánto trabajo concentrado e ininterrumpido vas completando. Podemos decir que actúa como psicología inversa.

Si antes nos decíamos: “debo trabajar en el proyecto 3 horas a la semana” y “no debo descansar porque no he completado lo acordado”, ahora nos decimos: “no trabajes más de 3 horas al día en este proyecto” y “debes distraerte o bailar al menos una hora al día”. Como resultado, nuestro rebelde interior genera un deseo de trabajar más y distraerse menos.

7. Necesitamos un retroplán para abordar el trabajo difícil. Marcar la fecha de entrega y a partir de ella las fechas en las que iremos haciendo pequeños entregables. Así, hacemos más digerible el proceso, iremos alcanzando ciertos hitos y generando la posibilidad de tener espacios delimitados en los que pedir ayuda, si es necesario, para hacer más abarcable el trabajo difícil y resolver las dificultades que puedan producirse.

8. Pensar cuáles serían los peores problemas, como fórmula para frenar el miedo ya que en general, un procrastinador siente miedo a afrontar la tarea. Pensar en lo peor permite identificar posibles soluciones y si estos problemas se presentan, ya habremos trabajado la solución y no nos paralizaremos.

8. Estar atentos a ciertos autoengaños que pueden impedir que culminemos las tareas. Me refiero a pensamientos del tipo: “Necesito más preparación antes de empezar”, “A este paso no acabaré nunca”, “Debí empezar antes”, “Después de eso sólo hay más trabajo”, “No funciona”, “Lo único que necesito es un poco más de tiempo”.

Todas estas afirmaciones pueden trabajarse reforzando el compromiso, reconociendo los pensamientos y justificaciones que hay detrás de ellos y proponiéndonos planes de acción que nos ayuden a trabajar los bloqueos.

3 pistas si el procrastinador es de tu equipo:

  1. No le juzgues porque él/ella es su peor crítico. Para que no tenga miedo al fracaso, hazle halagos por los pasos dados en lugar de críticas a los errores.
  2. Asume un papel de asesor más que de director. Para que no se sienta víctima, ofrécele compromiso en lugar de obligación. Ayúdale a ser realista con los tiempos. Para que no tenga sensación de agobio, ayúdale a delimitar objetivos factibles y divididos en partes en lugar de expectativas agobiantes.

¿Procrastinas? ¿Te has reconocido en este artículo?

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