En los últimos tiempos las emociones positivas y sus beneficios han adquirido cierta popularidad. Ahora bien, cuando empezamos a hablar de emociones es necesario, en mi opinión, desterrar algunos falsos mitos que pueden confundir nuestra forma de entenderlas. Vamos a centrarnos en tres de estos mitos:
MITO 1. Las emociones positivas son buenas, las negativas son malas
No. Todas las emociones son buenas y necesarias. La diferencia entre positivas o negativas procede de la satisfacción que queda en el recuerdo de la persona que las ha tenido. Así, quien ha sentido alegría, por lo general, tiene un recuerdo más placentero que quién ha sentido miedo.
MITO 2. Las emociones negativas me perjudican
No. Lo importante de las emociones (todas) es que estén adaptadas al entorno que estamos viviendo. Si estoy cruzando una calle sin semáforos es preferible estar con un grado de alerta (un punto de miedo) para asegurarme que no hay peligro que con alegría y confianza; de la misma manera, si al mirar los resultados económicos de mi empresa, veo que estamos en números rojos y siento ira en un grado bajo (determinación), me puede permitir tomar las decisiones necesarias y para solventar la situación.
MITO 3. Las emociones positivas curan
No. Lo único que han demostrado los estudios más rigurosos es que las emociones positivas tienen efectos beneficiosos sobre la salud y pueden favorecer una evolución más satisfactoria en determinados procesos. Sin duda se relacionan con mayores niveles de bienestar subjetivo. Todas las emociones son legítimas, es natural sentirlas y es importante que nos demos permiso para tener emociones y verlas en los demás. Son necesarias, ya que al final las emociones determinan nuestra respuesta y el repertorio de acciones disponibles para interactuar con el entorno, son estados de consciencia. Si siento asco puedo protegerme de comer algo insano o incluso evitar relacionarme con alguien que no me conviene. Si siento inspiración podré reconocer en otros quizás cualidades que estaban antes ocultas y crecer con ellas.
¿Cuántas emociones negativas podemos identificar?
Históricamente se ha trabajado más con las emociones negativas puesto que tienen una caracterización más inmediata (expresión facial, patrón de respiración, tensión muscular) y, además, sus disfunciones (no adaptación al entorno) producen un deterioro del bienestar más evidente. Aunque existen múltiples clasificaciones en función de distintos autores, entre las emociones negativas básicas podemos encontrar:
- Miedo: que es el que nos permite sobrevivir a los peligros.
- Ira: que nos permite actuar con determinación y poner límites para defender nuestra integridad.
- Asco: que nos permite ser selectivos con lo que es bueno para nosotros.
- Tristeza: que nos permite recuperarnos internamente de alguna adversidad importante.
Si ampliamos el espectro pueden aparecer la Envidia y la Vergüenza. La Sorpresa, que según estudios recientes comparte señales con el Miedo, puede tener un carácter más ambiguo con relación a la positividad / negatividad.
Y ¿Cuántas emociones positivas conocemos?
Aunque con una caracterización más inespecífica desde la perspectiva de la corporalidad, sí podemos identificar por sus desencadenantes y las acciones que posibilitan las emociones positivas siguientes:
Amor: es la emoción que nos permite establecer conexiones con los demás o mejorarla con nosotros mismos. Mueve a la necesidad de compartir tiempo y espacio con personas que significan algo para nosotros. Nos hace querer hacer el bien y ser mejores personas. También querernos es cuidarnos y respetarnos.
Alegría: es la energía, la sonrisa y el juego cuando las cosas van bien o incluso mejor de lo que podríamos haber imaginado. Mueve a la sintonía con los que nos rodean, a la seguridad y la sensación de estar llenos de vida.
Gratitud: aparece cuando apreciamos algo que se cruza en nuestro camino. Es reconocer y valorar las cosas buenas de nuestra vida, porque están ahí o porque los demás las han hecho para nosotros.
Serenidad: es similar a una tranquila alegría. Es comodidad, paz, calma, en armonía con el mundo, cuando el corazón, la mente y el cuerpo están relajados y sin problemas. A menudo se produce después de otras experiencias de positividad resplandeciente.
Interés: es la emoción necesaria para el aprendizaje. Cuando las cosas que captan nuestra atención intelectual y curiosidad, nos llevan a explorar, descubrir y asumir retos diferentes. Genera sensación de libertad con una atracción intensa por el conocimiento y lo inexplorado.
Esperanza: entra en juego cuando las circunstancias no son como queremos que sean y creemos que pueden cambiar para mejor, no importa lo mal que las veamos ahora. Permite crear un futuro con posibilidades de acción, ánimo y optimismo. Nos impide ceder a la desesperación.
Orgullo (satisfacción): es el sentido de logro que experimentamos después de que hemos puesto mucho esfuerzo en algo, hemos conseguido un buen resultado y queremos compartirlo con los demás. Nos motiva para lograr nuevos y más grandes retos. Aumenta la seguridad y la confianza.
Diversión: es, por supuesto, cuando algo te hace reír en conexión con los demás. Es social, no algo que experimentemos solos. Tiene lugar en un ambiente de seguridad, despreocupación, liviandad y cercanía con otras personas.
Inspiración: es cuando apreciamos la naturaleza humana en su máxima expresión. Es la atracción por un talento extraordinario o por una actuación que va más allá del día a día. Nos hace sentir bien con nuestro prójimo y nos saca de nosotros mismos. Es edificante y hace que nos esforcemos para grandes cosas.
Admiración: es cuando nos sentimos conmovidos por la grandeza de las cosas llevándonos a la humildad. La naturaleza y el arte en sus múltiples variantes, pueden provocarnos una sensación de asombro que nos deje sin palabras para narrar la experiencia. Permite darnos cuenta de que hay algo mucho más grande que nosotros mismos en la vida y el universo.
Confianza: es la emoción sobre la que se construyen las relaciones humanas que evolucionan de forma satisfactoria para todos. Genera espacios de libertad, creatividad, seguridad, sinceridad, coordinación, atención, cuidado y calidad en la relación. La intención positiva permite experimentar e interpretar el error como oportunidad para el aprendizaje.
Fluidez: es el estado de concentración y absorción donde todo es posible, conscientes de nuestras capacidades, sin miedo al fracaso. Es una sensación de éxtasis, de estar fuera de la realidad diaria, con una gran claridad interior, intemporalidad y motivación intrínseca, lo que produce el fluir se convierte en su propia recompensa.
En la práctica hablamos de pensamiento, emoción y conducta como entidades separadas y relacionadas entre sí para poder avanzar en su gestión. El disparo emocional (reacción a una situación) no lo podemos modificar. Si algo me provoca ira es difícil cambiar la primera reacción emocional. Lo que sí puedo modificar son las consecuencias de ese disparo emocional, puedo hacer una reevaluación, cambiar mis pensamientos, luego mi emoción y finalmente mi conducta. Hay personas que lo hacen de forma natural mientras que otras necesitan aprenderlo a través de técnicas con las que pueden reevaluar la realidad. Como decimos en coaching, no podemos modificar la realidad, pero sí cómo la interpretamos.