Después de más de 15 años de entrega, Francisco Junquera, MCC y formador de referencia en EEC, se despide profesionalmente de Escuela Europea de Coaching. Su legado se escribe en cientos de procesos de coaching, aulas llenas de alumnos inspirados y un puente firme entre la ciencia y el desarrollo humano, visible en el diseño de un programa y su libro Coaching, Ciencia y Salud.
En esta entrevista repasamos su camino y celebramos el impacto que ha dejado en tantas personas que, gracias a él, hoy observan el mundo con una mirada más sabia, más consciente y más compasiva.
¿Recuerdas el momento en que descubriste el coaching?
Fue durante los primeros años 2000. Estaba trabajando en una multinacional farmacéutica y desde la central en EEUU nos ofrecieron a los directores un «novedoso programa de formación en coaching». Me apunté porque me sentí muy atraído por estos temas.
¿Qué te atrajo para decidir dedicarte a esta disciplina?
Aunque por mi formación académica tenía un perfil más científico, siempre he mantenido inquietudes humanistas y la disciplina del coaching me pareció muy potente para ayudar en el crecimiento profesional y personal de los demás y de mí mismo.
¿Qué ha significado para ti formar parte de Escuela Europea de Coaching?
Me he sentido un privilegiado al disfrutar de un bienestar profesional y personal muy difícil de encontrar en las empresas.
¿Cuál ha sido tu mayor aprendizaje como coach?
Eso de que «el experto es el otro», siempre ha sido y sigue siendo el mayor aprendizaje.
¿Qué significó para ti obtener la credencial MCC?
Fue una experiencia transformadora, una autorrealización y una oportunidad para fortalecer mis habilidades como coach. [MCC es la credencial que supone haber realizado 2.500 horas de coaching individual y superar un exhaustiva prueba en ICF)
Has sido pionero en tender puentes entre ciencia y coaching. ¿Por qué crees que es importante este enfoque?
La ciencia es algo que se escribe por capítulos y cada capítulo nuevo anula o modifica al anterior. El siglo XXI nos ha regalado nuevos paradigmas científicos (Epigenética, Neurociencia, Psiconeuroinmunología, Medicina del comportamiento, etc. ) para demostrarnos que hay una fuerte conexión entre los pensamientos y la fisiología humana lo que supone un desafío a nuestro paradigma tradicional.
Mi experiencia desde hace años con el coaching de salud me ha confirmado que el pensamiento y la palabra son una forma de energía vital que tiene la capacidad de interactuar con el organismo y producir cambios físicos muy profundos.
Estoy convencido, por ejemplo, que hay una íntima relación entre nuestras creencias (o pensamientos que asumimos como verdaderos) y nuestro sistema inmune, y que ambos constituyen un sistema integrado e inseparable de defensa contra los patógenos. Se podría decir que una persona sana es aquella que tiene pensamientos sanos, y los coaches sabemos que los pensamientos más sanos se consiguen mediante un proceso llamado «cambio de observador». Así que creo que el coaching tiene una apasionante tarea por delante.
Si tuvieras que resumir en una frase la relación entre bienestar, coaching y neurociencia, ¿cuál sería?
Estoy convencido de que el coaching es una estupenda metodología para ayudar al bienestar físico, mental y espiritual y la neurociencia proporciona la base científica que lo demuestra.
¿Cómo nació la idea del programa de «Coaching, Wellness y Neurociencia»? ¿Qué buscabas aportar con este formación?
Yo te diría que nació hace muchos años cuando estuve haciendo investigaciones sobre el ADN en el Instituto de Química Médica, del CSIC. Estas inquietudes científicas me llevaron posteriormente a hacer un seguimiento del Proyecto del Genoma Humano (PGH) (1990-2003); un esfuerzo científico internacional que tuvo como objetivo descifrar los genes del ADN humano, es decir una especie de mapa de todos los genes.
Tras el PGH, la ciencia de la Epigenética amplió nuestra comprensión de cómo ese material genético se usa y regula en condiciones normales y patológicas, y empezó a explicar cuándo, dónde y cómo se activan o desactivan esos genes.
Se empezó a descubrir que hay una serie de influencias epigenéticas o ambientales como la nutrición, el ejercicio, las emociones, nuestras creencias limitantes, el estrés, el estilo de vida, etc; que impactan directamente en nuestro cuerpo. La verdad, es que estas influencias relacionadas con las emociones o el inconsciente no las entendía bien del todo, pero me parecía un tema fascinante.
Así que durante los años 2001-2003 decidí hacer un master en Psicoanálisis en la UCM para estudiar bien el mecanismo fisiológico de la mente, y en el 2006 me introduje en el mundo del coaching. Fui comprobando, en mí mismo primero y luego en mis coachees, que un coach puede acompañar a su cliente para que se responsabilice sobre aquellas influencias epigenéticas que interfieren directamente en su salud y bienestar.
Así que con todo este pupurrí que tenía en la cabeza decidí organizar mis ideas y compartirlas. Así nació este programa de formación que al principio se llamó «BCO (Biología del Cambio de Observador») y posteriormente «Coaching, Wellness y Neurociencia».
Después de todo este recorrido, ¿qué huella te gustaría dejar en EEC, en tus alumnos, en tus clientes?
La huella de haber podido mejorar sus vidas en algún sentido.
¿Qué mensaje les dejarías a quienes están empezando ahora su camino como coaches?
Paciencia, perseverancia, no tener miedo a pedir ayuda, estar abierto al aprendizaje y creer en uno mismo.
¿Hay algo que vas a seguir explorando, aprendiendo o compartiendo?
La salud espiritual
¿Con qué palabras te gustaría despedirte de la comunidad EEC?
Con un “hasta siempre”.
¿Qué te gustaría que recordáramos siempre de Kiko?
Los abrazos.
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