Lydia Vidal. Enero suele venir cargado de objetivos. Pero la diferencia entre una lista bienintencionada y un plan que realmente se sostiene está en lo que ocurre antes: mirar lo sucedido. Qué mejor mes que diciembre, para hacerlo con perspectiva.
Cuando no revisamos lo sucedido en el año en curso, el nuevo año arrancará con inercia: con mismas o más metas, misma o más prisa, el mismo patrón. En cambio, cuando integramos lo vivido, los objetivos a futuro pueden dejar de ser un deseo y se convierten en una elección.
El punto de partida: parar para integrar (Norberto Levy)
Desde la «sabiduría de las emociones», como la plantea Norberto Levy en el libro del mismo título, parar y mirar atrás es útil porque las emociones necesitan ser escuchadas, sentidas y comprendidas para cumplir su función. ¿Y lo que nos pasó en un año que ha sido si no un cúmulo cuasi infinito de emociones?
Para Levy, las emociones son mensajes inteligentes que informan sobre cómo estamos viviendo lo que nos ocurre. Desde esta perspectiva, miirar atrás permite precisamente eso: darle tiempo y espacio a la experiencia emocional para decantar su sentido. Si no hay pausa, la emoción no se integra; queda abierta, pidiendo atención más adelante.
Parar y revisar lo vivido, tiene varios objetivos:
- Asienta la experiencia: cuando volvemos sobre lo ocurrido, la emoción puede “cerrar su ciclo”. Lo vivido deja de ser ruido interno y se transforma en aprendizaje encarnado.
- Convierte la vivencia en conciencia: sin revisión, hay hechos; con revisión, hay comprensión. Y solo desde la comprensión podemos elegir distinto.
- Diferencia repetición de elección: mirar atrás aclara qué fue nutritivo y qué no, qué merece ser repetido y qué conviene soltar. No desde el juicio, sino desde la escucha.
- Devuelve presencia y coherencia interna: al reconocer lo sentido, se restablece la conexión con uno mismo. La prisa, en cambio, genera desconexión emocional.
- Libera energía para avanzar: lo no mirado queda reteniendo energía psíquica. Integrar lo vivido —dice Levy— no nos ata al pasado, nos despeja el futuro.
Por qué mirar atrás mejora la calidad de tus objetivos futuros
1) Evita objetivos «reactivos»
Muchos objetivos nacen de una herida reciente (“el año que viene no me vuelve a pasar…”). La revisión convierte reacción en criterio. Más allá de lo que no queremos, lo que sí queremos.
2) Reduce ruido y aumenta foco
Mirar atrás no añade tareas: elimina. Un buen cierre de año depura prioridades. Parar y saborear lo que nos pasó como importante es asentar y ver que «eso» son las cosas que internamente nos satisfacen y nos hacen bien y, entonces, saber cuáles volver a buscar.
3) Transforma aprendizaje en conducta
Sin revisión: intención. Con revisión: comportamiento observable (lo único que sostiene un objetivo). Es más fácil poner un plan anual y luego mensuales o semanales que inventar uno de «noes» y de acciones a evitar.
No es un planteamiento nuevo: cuatro miradas a los objetivos
Distintas tradiciones han compartido esta misma idea, con lenguajes diferentes, desde hace tiempo. Así que para revisar el año sin quedarse atrapado, recuperamos cuatro miradas complementarias:
- la psicología positiva, que invita a identificar lo que sí funcionó (fortalezas, apoyos, sentido) para diseñar objetivos con más recursos y menos castigo
- el estoicismo, que entrena la distinción entre lo controlable (decisiones, hábitos, conversaciones) y lo no controlable, haciendo los objetivos más realistas y accionables
- la CNV, que propone separar hechos de juicios y conectar con emociones y necesidades para que los objetivos nazcan con claridad y las conversaciones sean más limpias
- el budismo, que sugiere revisar con atención y soltar, aprendiendo sin aferrarse para entrar en enero con ligereza.
Reconocer lo sucedido en el año con honestidad y sin maquillaje tiene un valor en sí mismo. Repasar lo que pasó sin juzgarnos, solo para nombrar lo real: qué surgió, qué dolió, qué nos divirtió tanto, qué sostuvimos a pesar de todo, qué perdimos… y qué ya no merece seguir ocupando espacio. Ese reconocimiento —sereno, completo— puede ayudar a ordenar algo por dentro.
¿Para qué escribirlo?
Revisar con evidencia, sirve para tres cosas muy prácticas:
- Clarificar el pensamiento: al escribir, separa hechos de interpretaciones y baja el ruido mental. Lo que era difuso se vuelve formulable.
- Integrar la emoción: poner en palabras lo que siente ayuda a cerrar ciclos, disminuir rumiación y recuperar energía para decidir mejor.
- Convertir experiencia en objetivos accionables: una lista o un diario facilitan detectar patrones (qué le drena, qué le sostiene) y traducirlo en prioridades concretas para el siguiente mes.
Ejercicios que puedes realizar: ( y para ello apoyarte en tu agenda o en las fotos de tu móvil)
- hacer una lista de lo que te venga a la cabeza
- escritura libre o escribir a modo de diario
- redactar cartas de agradecimiento y/o cierre
- Línea del año Dibujar una línea de enero a diciembre con sus hitos.
- Inventario de energía Dos columnas: me carga / me drena.



