Cuestión de objetivos: revisar el pasado para el foco en el futuro

17 de diciembre 2025

Cuestión de objetivos: revisar el pasado para el foco en el futuro

Lydia Vidal. Enero suele venir cargado de objetivos. Pero la diferencia entre una lista bienintencionada y un plan que realmente se sostiene está en lo que ocurre antes: mirar lo sucedido. Diciembre es el mejor momento del año para hacerlo con perspectiva, sin la presión del “ya”.

Cuando no revisamos el lo pasado en el año pasado, el año nuevo arranca con inercia: mismas o más metas, misma o más prisa: el mismo patrón. En cambio, cuando integramos lo vivido, los objetivos dejan de ser un deseo y se convierten en una elección.

Mirar lo sucedido en diciembre es la forma más directa de que enero no sea «otro comienzo más», sino un inicio con dirección. Los mejores objetivos no se inventan: se extraen de lo vivido, se integran por dentro y se convierten en acciones concretas.

El punto de partida: parar para integrar (Norberto Levy)

Desde la sabiduría de las emociones, como la plantea Norberto Levy en el libro del mismo título, parar y mirar atrás es útil porque las emociones necesitan ser escuchadas, sentidas y comprendidas para cumplir su función. ¿Y lo que nos pasó que fue si no emociones?

Para Levy, las emociones no son un problema a gestionar, sino mensajes inteligentes que informan sobre cómo estamos viviendo lo que nos ocurre. Mirar atrás permite precisamente eso: darle tiempo y espacio a la experiencia emocional para decantar su sentido. Si no hay pausa, la emoción no se integra; queda abierta, pidiendo atención más adelante.

Parar y revisar lo vivido, tiene varios objetivos:

  • Asienta la experiencia: cuando volvemos sobre lo ocurrido, la emoción puede “cerrar su ciclo”. Lo vivido deja de ser ruido interno y se transforma en aprendizaje encarnado.
  • Convierte la vivencia en conciencia: sin revisión, hay hechos; con revisión, hay comprensión. Y solo desde la comprensión podemos elegir distinto.
  • Diferencia repetición de elección: mirar atrás aclara qué fue nutritivo y qué no, qué merece ser repetido y qué conviene soltar. No desde el juicio, sino desde la escucha.
  • Devuelve presencia y coherencia interna: al reconocer lo sentido, se restablece la conexión con uno mismo. La prisa, en cambio, genera desconexión emocional.
  • Libera energía para avanzar: lo no mirado queda reteniendo energía psíquica. Integrar lo vivido —dice Levy— no nos ata al pasado, nos despeja el futuro.

Por qué mirar atrás mejora la calidad de tus objetivos

1) Evita objetivos “reactivos”
Muchos objetivos nacen de una herida reciente (“el año que viene no me vuelve a pasar…”). La revisión convierte reacción en criterio.

2) Reduce ruido y aumenta foco
Mirar atrás no añade tareas: elimina. Un buen cierre de año depura prioridades.

3) Transforma aprendizaje en conducta
Sin revisión: intención. Con revisión: comportamiento observable (lo único que sostiene un objetivo).

No es un planteamiento nuevo: cuatro miradas a los objetivos

Distintas tradiciones lo han dicho, con lenguajes diferentes, desde hace tiempo. Para revisar el año sin quedarse atrapado, ayudan cuatro miradas muy complementarias:

  • la psicología positiva, que invita a identificar lo que sí funcionó (fortalezas, apoyos, sentido) para diseñar objetivos con más recursos y menos castigo

  • el estoicismo, que entrena la distinción entre lo controlable (decisiones, hábitos, conversaciones) y lo no controlable, haciendo los objetivos más realistas y accionables

  • la CNV, que propone separar hechos de juicios y conectar con emociones y necesidades para que los objetivos nazcan con claridad y las conversaciones sean más limpias

  • el budismo, que sugiere revisar con atención y soltar, aprendiendo sin aferrarse para entrar en enero con ligereza.

Pero también… reconocer lo sucedido en el año con honestidad y sin maquillaje tiene un valor en sí mismo. Repasar lo que pasó sin juzgarse, solo para nombrar lo real: qué se surgió, qué dolió, qué se aprendió, qué se sostuvo a pesar de todo y qué ya no merece seguir ocupando espacio. Ese reconocimiento —sereno, completo— puede ser una manera de ordenar algo por dentro.

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