Tres escalones me distancian (y menos mal) de mis emociones
Descubriendo que yo no soy mi emoción que mi emoción no soy yo... que las emociones están en mí, pero no son mi ser que mi ser está por encima, está por dentro, está por fuera de las emociones
Ha sido mi inmersión en coaching y después su combinación con la meditación y el mindfulness cómo he llegado a descubrir que las emociones se suceden en mí pero que no son yo y que tengo en mi mano el poder de la elección.
Con coaching descubrí que la emoción es el resultado de un juicio y que el juicio es el resultado de una interpretación parcial realizada sobre un hecho, sobre una realidad. Es decir, que hay una serie de pasos, de escalones, que separan la realidad de la emoción. Que no se identifican ni entre sí, ni tampoco conmigo. Escalones que son, como digo, el hecho/ el juicio / la emoción.
Para ponerlo más claro, si la realidad o el hecho es que hay una pera mellada, la interpretación o juicio podría ser que la fruta está podrida y la emoción, de asco. Finalmente, la acción podría ser tirar la fruta a la basura. Este esquema abre la posibilidad de intervención desde el momento en que asumimos que la emoción (asco) es el resultado de un juicio (la fruta está podrida) y que los juicios son miradas parciales de la realidad.
Aquí es cuando entra en juego la herramienta más poderosa del coaching, la pregunta.
Pues es en este proceso de escalones que un coach haría las preguntas pertinentes que permitan a la persona descubrir interpretaciones complementarias y alternativas a la suya. ¿Podrida?, ¿qué significa que está podrida?, ¿en qué porcentaje está podrida, en un 100%, en un 50%, en un 10%?) Es un trabajo sobre el juicio, sobre la etiqueta, sobre la creencia, sobre la interpretación.
Sin preguntas, lo que suele ocurrir es que mientras estamos sintiendo asco no nos damos cuenta de que solo estamos mirando la parte mellada de la pera, por ejemplo. Tampoco nos damos cuenta de que hay una parte de la fruta que está en buen estado o que hay otros usos que podemos darle, que la acción de tirarla a la basura es el resultado de unas inferencias, pero que existen otras: solo hay una parte pocha, el resto está bien, podría cortar la parte mala y comerme el resto, o podría usarla de abono...
Con el mindfulness he sentido en el cuerpo esa distancia, he sentido los escalones. Meditando y con los ojos cerrados logro verme desde fuera y siento la realidad como algo distinto a mí y también siento que la emoción es el resultado de un pensamiento, y siento que el pensamiento es solo un pensamiento, y que pensamientos hay muchos, tantos que puedo cambiar uno por otro.
Y más importante aún, sintiendo esa distancia siento que la emoción no tiene porqué definir mi acción, que la emoción es la que es y que mi acción es la que yo decida que sea. Para mí, el mindfulness, la meditación, me permite experimentar y sentir en el cuerpo lo que el coaching ya me había enseñado a nivel intelectual.
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