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Somos lo que comemos, somos lo que sentimos

Francisco Junquera
Executive Coach por EEC
MCC por ICF

Los genes no controlan nuestra vida

Es mi intención con esta reflexión, con mis artículos, con mi libro y con las clases que imparto en EEC extender la idea de que los genes no controlan nuestras vidas sino que nuestra cultura, familia, ambiente y educación pueden influir en nuestro entorno epigenético y hacer que lo que pensamos, creemos o sentimos modifique la expresión de nuestro ADN.

Cada vez tengo más claro que no podemos culpar totalmente a nuestros genes de nuestro comportamiento y de nuestras dolencias. Nosotros también tenemos responsabilidad sobre ello.  

Mediante los alimentos, y también mediante los pensamientos y las emociones, controlamos nuestra apariencia, nuestra conducta, nuestra salud, pues en función de nuestra dieta y de nuestros sentimientos, activamos o desactivamos nuestros genes. No sólo somos lo que comemos sino también somos lo que pensamos y lo que sentimos.                

Cuerpo+mente+espíritu

Tras mi deambular por la química, la física, la biología, la psicología o el coaching con el objetivo de entender mejor la causa de las enfermedades y los procesos de curación, he llegado a la conclusión de que tenemos que complementarnos más para poder considerar la salud del ser humano como una unidad: cuerpo, mente, espíritu. La ciencia es algo que se escribe por capítulos y cada capítulo nuevo modifica, y en algunos casos anula, al anterior.

En el siglo XXI los científicos nos estamos enfrentando a un cambio de paradigma para algunos "doloroso"  al mismo tiempo que apasionante para aquellos que nos permitimos la aproximación a las teorías cuánticas y holísticas que considero complementarias al conocimiento medico tradicional. Detrás de todas las investigaciones sobre la nutrición, la mente o las emociones que nos proporcionan placer o dolor, los científicos solo tenemos un objetivo: conocer a fondo la biología de la felicidad.

Ni el dolor es tan malo ni el placer tan bueno

Al final, he llegado a la conclusión de que ni el dolor es tan malo ni el placer tan bueno. Creo que el truco de la felicidad no está en forzar al Universo para obtener más o menos dosis de placer y dolor, sino en prepararnos para ser capaces de aceptar las dos caras de la misma moneda.

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