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Reflexiones para evitar los «malos entendidos»

Manuela Rama
Executive Coach por EEC
PCC por ICF
Académico y Desarrollo de negocio

Los malos entendidos surgen por la diferencia entre lo que uno dice y lo que el otro escucha; son una fuente generadora de problemas y de conflictos interpersonales, pudiendo, incluso, llegar a lastimar las relaciones que más valoramos. 

¿Te resuena alguna de estas dos frases?

— «Fui muy clara en lo que dije. No puede ser que no me haya entendido”. 
— «Yo escuché bien lo que me dijo entonces, ahora dice otra cosa totalmente distinta».  

Hablar no es garantía de escuchar.

Hablar y escuchar son dos acciones distintas e independientes. Desde el pensamiento lógico podemos llegar a creer que si uno habla claramente el otro inevitablemente escucha. Sin embargo, podemos estar callados y a la vez ausentes sin escuchar activa y empáticamente: estar callado no es lo mismo que estar escuchando.

La estética de las conversaciones.

Cuando cuidamos la estética de nuestras conversaciones surge un baile armónico entre el hablar y el escuchar y el escuchar y el hablar. Aún y así, en ese baile siempre existirá un brecha interpretativa entre ambos bailarines.

Somos seres interpretativos y significativos. 

Como escuchadores, buscamos significados que nos permitan interpretar y comprender las palabras que oímos. Por tanto, podemos decir que escuchar es oír más interpretar y dar sentido.

Comparto una frase de Humberto Maturana que nos dice: “Soy absolutamente responsable de lo que digo y maravillosamente irresponsable de lo que tú escuchas. Ahora bien, es mi responsabilidad cotejar lo que tú has escuchado”.

Reduciendo la brecha interpretativa.

La pregunta es la herramienta que nos ayuda a reducir la brecha interpretativa y permitirá seguir bailando en armonía.

Existe el mito de que en el proceso de comunicación, hablar ocupa el rol activo y la escucha el pasivo, convirtiéndose el escuchador en un mero receptor. Según ese antiguo modelo, aprendimos que la importancia y el éxito de la comunicación radicaba en la emisión del mensaje, que si utilizábamos las palabras justas y correctas, seriamos entendidos.

Hoy sabemos que eso no es así, que necesitamos ese desaprender para aprender. La neurociencia se ha ocupado de mostrar que la escucha es un acto muy activo en el proceso de comunicación. 

Oír y escuchar no son lo mismo.

Hay una diferencia entre el oír y el escuchar. Oímos a través de nuestro sistema auditivo, es el aspecto biológico de la actividad de escuchar. Para oír no necesitamos hacer nada, es algo pasivo. Cuando estoy en la habitación y oigo un ruido, es algo biológico, sólo necesito que mi sistema auditivo funcione.

Escuchar lleva implícito el oír, más un proceso cognitivo y emocional. Un proceso que se compone de una serie de datos, que interpretamos y a los que buscamos darles un sentido. 

El poder de nuestra escucha se produce cuando somos capaces de discernir y comprender el significado del mensaje de nuestro compañero de baile.  

Un baile con varios pasos.

En este baile de hablar, escuchar, interpretar y dotar de sentido a las palabras, hemos de tener en cuenta, que además de las palabras (lo que nos dicen o lenguaje verbal) tienen un alto impacto el lenguaje no verbal (volumen de la voz, el conjunto de gestos, el brillo y la profundidad de la mirada, la posición corporal…) y las emociones, que siempre están presentes y que podemos escuchar a través del propio lenguaje.

Por ejemplo, cuando oímos a alguien decir «estas reuniones me ponen de los nervios» no solo escuchamos las palabras, y también podemos atender a la expresión del rostro, la mirada, la postura del cuerpo, la alteración de la piel, el volumen de la voz, etc...

Un baile sin malos entendidos.

Cuando necesitas compartir algo importante para ti:

  1. ¿A qué persona escoges para que te escuche? 
  2. ¿Qué hace que escojas a esa persona y no a otra? 
  3. ¿Qué la diferencia de las demás? 
  4. ¿Qué comportamiento, actitud, emoción ves en ella que no percibes en las demás?

Entre las características que te hayan llevado a escoger a esa persona, pueden estar que: 

  • Te acoge abierta y genuinamente.
  • Te da la bienvenida con su sonrisa.
  • Busca primero comprender para luego ser comprendida.
  • Pone foco en la intención positiva de lo que le cuentas, en tus necesidades e intereses.
  • Escucha para generar responsabilidad y construir acuerdos.
  • Inspira seguridad y confianza.
  • Provoca que te sientas completamente aceptada y no juzgada.

Decía el filósofo griego Epicteto: «Así como hay un arte del bien hablar, existe un arte del bien escuchar». A mí me gustaría sumar que también existe el arte del bien preguntar. Y como todo arte, necesita ser amado y practicado.

Para evitar distanciamientos en tus relaciones a causa de los malos entendidos, te propongo que practiques, pues, una escucha activa y no pasiva, que atiendas al lenguaje no verbal de tu interlocutor, que preguntes para entender, comprender y aceptar su emoción sin querer cambiar nada. 


Escúchalo en Audio

 


La escucha es una de las habilidades que desarrollan las personas que se forman en el Programa de Certificación en Coaching Ejecutivo pues es una de las herramientas que los coaches emplean para el desarrollo de su labor en sesiones.

Esta "soft skill" es un ingrediente clave para establecer relaciones efectivas en todos los ámbitos de la vida — personales, familiares y profesionales.

Tener la capacidad de acompañar en la emoción, solamente a través de la escucha, a las personas con las que nos comunicamos es la forma de aparcar resistencias, evitar conflictos y de generar movimientos en beneficio de todas las personas en la relación, como decimos, ya sea personal o laboral, en equipo o en familia. 

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