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Mejorando nuestras soft skills. La inteligencia emocional

Blanca Huarte-Mendicoa
Executive Coach por EEC
PCC por ICF
Directora Académica EEC Barcelona

«La inteligencia emocional representa el 80% del éxito en la vida». DANIEL GOLEMAN

En momentos de tanta intensidad, nos urge incrementar nuestra inteligencia emocional y la de nuestros equipos y entorno.  

En el entorno profesional, parece que la dimensión de la inteligencia emocional no fuera siempre necesaria. Sin embargo, todo lo que hacemos lo hacemos a través de una emoción. Incluso, no querer afrontar el desafío emocional, también es una elección realizada desde una emoción, la del miedo.

Recuerdo a un directivo que, como excusa para no aprender a gestionar las emociones, decía que le bastaba con no preguntar a su equipo cómo estaban o cómo se sentían. 

La emoción está implícita en todo lo que hacemos.

En este sentido, a pesar de lo que muchas veces hemos creído, en el entorno empresarial la emoción también está presente, ¡y muy presente! Pongo, por ejemplo, las siguientes situaciones:

7 ejemplos de emoción presente en la empresa:

1.    la confianza o desconfianza que generamos en nuestro entorno.
2.    la tipología de las conversaciones que tenemos.
3.    la forma en la que «regalamos» o recibimos feedback.
4.    la gestión que hacemos de los conflictos.
5.    el estilo con el que lideramos las reuniones.
6.    la gestión que hacemos del cambio y la incertidumbre.
7.    la tipología de liderazgo con el que nos relacionamos con los demás.

Competencia, una soft skill, ante los desafíos. 

Como vemos, las emociones lo tiñen todo: conversaciones, reuniones, relaciones…  lo que explica que cuanto más aprendamos y formemos a nuestros profesionales sobre emociones, más preparados estaremos todos para abordar los desafíos que, el entorno profesional y la vida, nos vayan presentando.

Por ejemplo, no gestionar un exceso de estrés constante por la consecución de unos ambiciosos objetivos — esto se convertirá en «distrés»— y el impacto que obtengamos como organización puede ser el contrario al deseado: tanto en la salud personal como en la salud organizacional.

La emoción nos invita a la acción. 

Si lo que hacemos, si nuestras acciones, dependen de nuestras emociones, preguntémonos:

  • ¿Qué emociones favorecerán a los profesionales aportar ideas e innovación a la organización?,
  • ¿Qué emociones permitirán que los equipos se reten a sí mismos o entre ellos?
  •  ¿Qué emociones sostendrán la confianza y cooperación entre las personas? 
  • ¿Son éstas las emociones que están tiñendo hoy mi organización? 
  • ¿Hay alegría, confianza, ilusión, motivación en los profesionales para permitirse el error, para colaborar entre ellos, para abrirse a nuevas propuestas, para confiar…, o hay más bien miedo, inquietud, inseguridad…? ¿Cuáles predominan?

Liderazgo emocional.

Desde la mirada individual, liderar mis emociones tiene que ver con responsabilizarme de lo que siento y diseñar las emociones que quiero que me acompañen.

La emoción es una luz que nos habla de nuestros valores y de nuestras creencias. 

Una de las claves para ejercitar mi «inteligencia emocional» tiene que ver con hacerme cargo de mi propia emoción: si siento tristeza a la hora de recibir un feedback, puede que me esté hablando de mi conexión con la vulnerabilidad, con la identificación de que lo que hago es lo que soy. 

Lo contrario de liderar mi emoción sucede cuando nos convertimos en esclavos de la emoción, por ejemplo, cuando: 

  • Culpamos al entorno o a los demás de nuestro estado emocional (la crisis, la clase política, mi jefe, mi equipo...). Estas personas o situaciones pueden ser estímulos, pero no la causa. Es lo que nos decimos a nosotros mismos sobre lo que sucede lo que dispara nuestra emoción. 
  • Nos creemos causantes de los sentimientos que generamos en los otros. Somos responsables de nuestra intención y de nuestra acción, pero no de cómo el otro procesa y gestiona su respuesta emocional. 

En el mundo empresarial, observamos a muchos profesionales que no se permiten dar feedback por miedo al impacto emocional que pueden generar en el otro. En sí, podemos hacernos cargo de dar un feedback con respeto y enfocado en el desarrollo, pero corresponde al otro aprender a aceptarlo y gestionarlo.

Una soft skill que podemos entrenar. 

Nuestro cerebro es permeable y podemos incorporar y ejercitar nuevas competencias y habilidades emocionales que nos ayuden a incrementar nuestra inteligencia emocional. 

5  claves para poner en práctica la Inteligencia Emocional:

  1. Seamos conscientes de que siempre estamos en una emoción, preguntémonos en cuál estamos y qué nombre le ponemos (a lo que no sabemos ponerle nombre, parece que no existe). Empecemos a practicar al menos en situaciones críticas, por ejemplo: ante un feedback que acabemos de recibir, ante una nueva tarea que no controlamos o ante una conversación en la que queremos reparar la confianza.  
  2. Empaticemos con la emoción del otro, busquemos de forma honesta ponernos en sus zapatos. Y empaticemos también con nuestras propias emociones. Son nuestras maestras y nos permiten aumentar nuestro autoconocimiento.
  3. Diferenciemos la emoción que sentimos con la gestión que hacemos de la misma. En este sentido, busquemos «responder» en vez de «re-accionar». Como decía Viktor Frankl, siempre tenemos la libertad de escoger cómo respondemos a lo que nos sucede.
  4. Preguntémonos de forma honesta qué hay detrás de nuestra emoción. A veces, estamos más comprometidos con tener razón (nuestro «amado ego») que con buscar una solución o reforzar la confianza con otra persona.
  5. Hablemos en primera persona de nuestra emoción, transformando el «tú me haces enfadar» por «yo me enfado al ver, al escuchar…», por ejemplo. El arte de la ‘Comunicación no Violenta’ nos da muchas claves para ello.

Conclusión y liderazgo emocional.

Para mí, la inteligencia emocional implica tomar el liderazgo de nuestro mundo emocional para que nos conecte con nosotros (lo que nos mueve y nos motiva), para que nos conecte con el otro (lo que nos une) y para que nos acerque a tener resultados más conscientes, sostenibles y exitosos, alineados con lo que queremos como especie.

Como decía al inicio, creo que nos urge incrementar nuestra inteligencia emocional y la de nuestros equipos y entornos, y que todavía tenemos la inteligencia emocional como asignatura pendiente. ¿Te apuntas a sumar?

 

Recursos para desarrollar la Inteligencia Emocional.

  • Mapa de las emociones del proyecto del ‘Universo de Emociones’, liderado por Eduard Punset, Rafael Bisquerra y el estudio PalauGea.
  • Comunicación no Violenta, de Marshall Rosenberg.
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