La rabia, una emoción, que es un súper poder
Cuando una persona se forma como coach, al término de su capacitación, comenta habitualmente lo fantástico que hubiera sido haber incorporado a una edad más temprana las habilidades y las herramientas que acaba de aprender. Es la misma sensación que tuve yo en relación al programa Coach Experto en Gestión y Consciencia Emocional, CONEM.
Gracias al programa, he tomado consciencia de que, en la mayoría de los casos, heredamos nuestra forma de sentir las emociones. Vemos con claridad que hemos aprendido a sentir determinadas emociones en ciertos momentos y no otras. También, que hemos interiorizado que algunas emociones, como la tristeza, la rabia o la ira, son negativas mientras que la alegría, el amor, son emociones positivas.
Analfabetos emocionales
Ahora me doy cuenta de la limitación de tal herencia y también de que, por lo general, somos unos auténticos analfabetos emocionales. ¿Sabías que cuando cortocircuitas una emoción que consideras negativa, automáticamente, cortocircuitas el resto? Esto es, si niegas tu rabia o tu tristeza, te estás negando el amor o la alegría. Es uno de los aprendizajes fundamentales que he integrado gracias al programa.
Trabajar mi Consciencia Emocional me ha permitido, por tanto, dejar de ver algunas emociones como positivas y otras negativas y, en su lugar, aprender a identificarlas y reconocerlas a todas ellas como emociones legítimas. Y lo más importante: he aprendido a ver la intención positiva que tienen todas ellas.
La rabia, una de las emociones que yo identificaba como negativa, la entiendo ahora como una emoción necesaria por la energía y las acciones a las que nos da acceso. Así, por ejemplo, la rabia hace posible que luchemos por alcanzar determinados proyectos o continuar con nuestra visión a pesar de las dificultades que se presentan en el camino.
La rabia, un súper poder
La rabia, así entendida, desde su intención positiva, es como un súper poder que todos tenemos y nos permite determinadas acciones que no nos facilita ninguna otra emoción. En definitiva, gracias a la emoción de la rabia, somos capaces de encontrar todos los recursos de que disponemos ante lo que sentimos, por ejemplo, como una amenaza.
Tomar consciencia de todo esto me ha permitido, por último, indagar sobre qué emociones me negaba a mí misma, reconocerlas y, también, aprender a gestionarlas. Sinceramente, creo que es una experiencia que me ha cambiado la vida, diría que incluso más que cuando me formé como coach.