Habilidades conversacionales y cenas de navidad: agresiones a raya
¿Cómo reconocer al agresivo?
Cuando no escuchamos las necesidades del otro, cuando no conectamos con su vulnerabilidad y cuando no le aceptamos como legítimo otro estamos reaccionando con agresividad. Cada vez que miramos a alguien de esta manera, le estamos juzgando, estamos negando sus emociones, sus pensamientos y sus acciones y estamos actuando de forma agresiva.
No hace falta decir nada, insultar de forma explícita o hablar en un tono inadecuado, a veces hay más carga agresiva en un silencio que en un grito.
La agresividad puede ser invisible pero no pasa inadvertida
Sentimos agresividad en los silencios, en los gestos, en las miradas o en los comportamientos. Las percibimos, las incorporamos y, en muchas ocasiones, las devolvemos. Una agresión nos suele llevar a reaccionar también de forma agresiva.
Así, se generan y se multiplican las cadenas de agresividad, concatenaciones de agresiones en las que culpables y víctimas se intercambian las etiquetas y en las que, para entender lo que está sucediendo, es necesario observar el conjunto de las cadenas y no solamente las agresiones más explícitas.
Lo que ocurre, en la mayoría de los casos, es que no somos conscicentes de que estamos siendo agresivos pues, muchos de estos procesos se suceden por debajo del nivel de consciencia. Agresividades ocultas, reacciones no conscientes y una serie de desencuentros y de males entendidos que se están sucediendo en el plano de la comunicación.
¿Estamos realizando alguna agresión?
Agredimos para defendernos. Toda agresión es también una acción defensiva. Cuando creemos que tenemos que protegernos de algo, es decir, cuando nos sentimos atacados, entonces, agredimos como táctica defensiva.
Miremos entonces las agresiones como reacciones a otras agresiones y para reconocer si estamos siendo agresivos, miremos los momentos en los que nuestro interlocutor se pone a la defensiva, reacciona con resistencia o con agresividad. Esos serán también los momentos en los que nosotros hemos podido realizar algún tipo de agresión que ha llevado al otro a sentirse herido, juzgado, invadido o poco aceptado.
Esta nueva mirada sobre nosotros mismos, aceptando nuestra propia capacidad de agredir, nos abre la vía también para poder empezar a cambiar las cosas. En lugar de sentir que toda la responsabilidad está en el otro y soltar preguntas del tipo "¿qué le pasa si yo no he dicho nada malo?" a hacernos cargo de nuestras propias agresiones con preguntas del tipo "¿qué me pasa a mí y qué es lo que realmente pienso de esta situación y de esta persona?".
La vulnerabilidad como disolvente de la agresividad
En definitiva, aparcar de forma definitiva el juego de agresión-defensión- agresión o de víctima-culpable-víctima pasa por reconocer las diferencias, legitimar las emociones, los pensamientos y las acciones del otro y, al mismo tiempo, aceptar nuestras propias necesidades. Es una combinación ganadora que nos permite acercarnos al otro y elegir nuestras acciones para generar aún mayor conexión.
Estas fiestas, piensa desde qué lugar estás hablando o desde qué juicio estás mirando a tu cuñado o a tu suegra cada vez que sientas que reaccionan de forma agresiva, no sea que su respuesta esté siendo una reacción defensiva. Y después de las Navidades, ¿podrías trasladar tu experiencia a la oficina? ¿A qué otros entornos?
Fuente: 'No es lo mismo', Silvia Guarnieri