El silencio, lo que más habla del coach
“Cuando dos dialogan, si dialogan de verdad, hay siempre un tercero que escucha y éste es el silencio”, Max Picard.
El coaching ejecutivo consiste en acompañar a personas a diseñar su futuro. Hoy me gustaría pensar sobre lo que significa en concreto eso de “acompañar". ¿Cómo, de qué manera se acompaña a otros en su caminar?
Aprendo de la filosofía oriental que el buen caminante no deja huellas, que el sabio, como el espejo, refleja lo que hay sin apropiarse de lo que hay.
¿Cómo podemos aplicar estos principios para realizar un coaching tan limpio como sea posible? ¿Cómo evitar contaminar involuntariamente al cliente de coaching con la conversación y juicios del coach? ¿Cómo sostener el contacto y la actitud de indagación desde un silencio compartido? ¿Cómo hablar lo estrictamente indispensable, apenas parafraseando con cuentagotas?
¿Qué miedos invaden al coach cuando reacciona con una pregunta si su cliente se sumerge en un silencio para pensarse?
En mi experiencia, las mejores reflexiones de mis clientes han surgido de sabrosos, largos y compartidos silencios después de una pregunta que él se pregunta y se responde en mi espejo vacío, acompañándolo sin dejar huellas.
Venimos del paradigma de estar todo el tiempo empujando para asegurar que las cosas pasen. El silencio trabaja como una bomba de succión, es un paradigma diferente. El silencio succiona, atrae, no presiona.
En una conversación de coaching, lo que suceda de valor pasa en un silencio de mi cliente. Yo no pregunto para que el cliente me conteste a mí. Yo pregunto para que mi cliente, si le apetece, se haga la pregunta a sí mismo y se la conteste... A veces, le invito a compartir la respuesta conmigo, a veces le pido expresamente que no me la comparta.
El coach se retira por completo con un silencio hospitalario, libre de juicios y de análisis, para darle su espacio al otro. Interrumpir un silencio reaccionando con una pregunta es extrañarse, alejarse y romper la conexión. Sin conexión, no hay relación y sin relación no hay confianza. Y ya sabemos que sin confianza… no hay nada.
Entrenar y atesorar el don del buen silencio para el otro es la clave para regalar la escucha atenta, la que hace que el otro libere su capacidad de ser plenamente otro, y me permite al mismo tiempo a mí, al oyente, al coach, generar mi propio ser distinto.