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El reto es a partir de la vulnerabilidad

Carmen Mellina
Executive Coach por EEC
PCC por ICF

En ocasiones, la persona que decide que son necesarios mis servicios como coach no es la misma que quien va a “sufrirlos”. En el entorno de empresa, por ejemplo, alguien de RRHH contrata al coach para un tercero. Por supuesto, esta persona que va a recibir el proceso de coaching acepta en algún momento la propuesta de realizarlo pero las razones para hacerlo pueden ser muy diversas: puede estar pensando en su desarrollo o puede hacerlo por curiosidad por el coaching o porque no le convenga negarse.

¿Qué hace una persona como tú en un proceso como éste?

Es una importante premisa del marco que rige la actuación del coach aclarar qué quiere exactamente una persona de un proceso de coaching individual. Es decir, que el cliente tenga muy claro cuál es su respuesta a esta pregunta, ¿qué hace una persona como tú en un proceso como éste?

Y, sin embargo, al arrancar un proceso, algunos clientes de coaching nos dicen: “Soy una persona feliz, no me preguntes qué tal estoy. No tengo nada de lo que preocuparme”. Para que el coaching suceda, es fundamental que al inicio del proceso el cliente/protagonista/coachee transmita qué le gustaría generar en su camino en relación también a lo que le pueda estar faltando.

La vulnerabilidad está hecha de todas las capas

¿Se puede hacer coaching a quien declara “estoy mejor que nunca”? ¿Qué ocurre si nuestro cliente interpreta que mostrarse vulnerable es una debilidad y no reconoce sus áreas de mejora, sus necesidades, dónde le aprieta el zapato, al comenzar un proceso?

Entender la vulnerabilidad como sinónimo de debilidad es la trampa de la palabra vulnerabilidad: la hondura con la que es captada, la intensidad que se le otorga. ¡La vulnerabilidad puede ser liviana! La vulnerabilidad no es solo lo que más nos duele, sino que se presenta en todas y cada una las diferentes capas sociales que nos ponemos. Para mostrarnos vulnerables, no es imprescindible mostrar la capa más profunda (si bien, los coaches sabemos que es ahí donde está el camino a la transformación personal).

Mostrarse vulnerable también es compartir lo que no se nos da bien, lo que no entendemos de lo que dice el jefe o aquel procedimiento en el que tropezamos... pues desde ahí podemos empezar a pedir ayuda, podemos buscar apoyos colaborativos y podemos ofrecernos como posibilidad, pues desde ahí nos pueden asistir.

Cuando uno airea una vulnerabilidad, es maravilloso ver cómo los demás lo vemos "humano" y adoramos su imperfección, pues todos vibramos con esa parte del otro que reconocemos en nosotros mismos.

Dejar ver para conectar con el otro

Cuando esto sucede, el equipo se convierte en un espacio en el que nuestras defensas pueden descansar y, entonces, podemos ser plenamente felices, podemos estar en paz con nosotros mismos y, al mismo tiempo, podemos ser conscientes de nuestras áreas de mejora, de crecimiento, de desarrollo y, finalmente, podemos construir relaciones sanas porque damos y recibimos.

Cuando ante la pregunta, ¿para qué el proceso de coaching?, el cliente contesta que está feliz y completo, que no “necesita” el proceso, entonces, esa persona se perdió algo de nosotros y nosotros de ella. Tapar una parte de nosotros dificulta conectarnos con el otro.

Si no hablamos desde nuestra vulnerabilidad, sin autoaceptación y sin autoconocimiento, es más difícil desarrollarse, avanzar, mejorar e incorporar aprendizaje. El poder de la vulnerabilidad reside en la oportunidad que nos da de crecer y de conectar con el prójimo.

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