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El cerebro y las emociones

Juan Manuel Guerrero
Executive Coach por EEC
Departamento Financiero

Las emociones son reales pero no en el mismo sentido objetivo que las moléculas o las neuronas. Son reales en el sentido en que lo es el dinero, es decir, no son una ilusión, pero sí un producto del consenso humano.

Recientes estudios en neurociencia han descubierto que “ninguna región cerebral contenía la huella dactilar de una emoción dada”. Un suceso mental como el miedo no está generado por un solo conjunto de neuronas, es decir, que combinaciones de neuronas diferentes pueden dar lugar a casos de miedo.

Los neurocientíficos llaman a este principio «degeneración», esto es, muchas combinaciones de neuronas pueden producir el mismo resultado. Las emociones surgen de la activación de neuronas y no hay neuronas dedicadas exclusivamente a las emociones.

Las huellas dactilares de las emociones son un mito

Esas mismas investigaciones neurocientíficas concluyen que la variación es la norma. Las emociones no son reacciones al mundo. No somos receptores pasivos de estímulos sensoriales, sino constructores activos de nuestras emociones. A partir de inputs sensoriales y de experiencias pasadas, el cerebro construye significado y prescribe la acción. Si no tuviéramos conceptos que representaran nuestras experiencias previas, nuestros input ssensoriales solo serían ruido.

La teoría de la emoción construida

Cada ingrediente de una emoción se debe estudiar en el contexto del resto del cerebro que influye en él. Esta filosofía, conocida como holismo, explica por qué cada vez que hago pan en casa obtengo unos resultados diferentes aunque use exactamente la misma receta. Según la teoría de la emoción construida, las emociones no son innatas y, si son universales, es a causa de unos conceptos compartidos.

Lo que es universal es la capacidad de formar conceptos que den significado a nuestras sensaciones físicas, desde el concepto de «tristeza» hasta el concepto holandés de Gezellig (una experiencia concreta de confort estando con amigos), que no tiene una traducción exacta a otros idiomas.

Las percepciones existen dentro del perceptor: los seres humanos no estamos a merced de unos circuitos de emociones míticos sepultados profundamente en las partes animales de nuestro cerebro tan evolucionado, sino que somos los arquitectos de nuestra propia experiencia. La palabra «sonrisa» ni siquiera existe en latín o en griego antiguo. Sonreír fue una invención de la Edad Media.

Las sensaciones agradables y desagradables simples surgen de un proceso continuo en nuestro interior llamado «interocepción»: es la representación que hace el cerebro de todas las sensaciones de nuestros órganos internos y de nuestros tejidos, de las hormonas, de nuestra sangre y de nuestro sistema inmunitario.

La interocepción es el origen del sentir.

Predicciones para la superviviencia 

Atrapado dentro del cráneo y teniendo como única guía las experiencias pasadas, el cerebro hace predicciones.

La actividad intrínseca del cerebro consiste en millones y millones de predicciones incesantes. Mediante la predicción, el cerebro construye el mundo que experimentamos, combina fragmentos del pasado y calcula la probabilidad de que cada fragmento se aplique a la situación actual. Es una simulación ingente y continua que construye cuanto percibimos y determina cómo actuamos.

Su misión más importante es predecir las necesidades energéticas del cuerpo para que nos mantengamos sanos y salvos. Estas predicciones cruciales, y el error de predicción asociado a ellas, son un ingrediente clave para construir emociones.

Asombrosamente, el cerebro no solo predice el futuro, sino que puede imaginar el futuro a voluntad.

Sentimos lo que el cerebro cree

El afecto surge principalmente de la predicción. Somos los arquitectos de nuestra experiencia; creer es sentir. Nuestro cerebro está cableado para prestar atención a nuestro presupuesto corporal. El afecto está al volante de todo y la racionalidad es tan solo una pasajera. Experimentos publicados en los últimos cincuenta años demuestran que el ser humano no es un actor racional.  

La interocepción, como parte fundamental del proceso predictivo, es un ingrediente clave de la emoción, pero la interocepción, por sí sola, no puede explicar la emoción. Nuestras percepciones son tan vivas e inmediatas que nos obligan a creer que experimentamos el mundo tal como es cuando en realidad experimentamos un mundo construido por nosotros.

Gran parte de lo que experimentamos como el mundo exterior empieza dentro de nuestra cabeza. Cuando el cerebro necesita un concepto, construye uno sobre la marcha combinando una población de casos de nuestra experiencia pasada para que encaje con nuestras metas en una situación dada. He aquí una de las claves para entender cómo se construyen las emociones. Los conceptos emocionales son conceptos basados en metas.

Esta especie de realidad social en la que dos o más personas están de acuerdo en que algo puramente mental es real es una base de la civilización y la cultura humanas. Entonces ¿dónde está la regularidad estadística que mantiene unido un concepto como «alegría» o «ira»? En las palabras mismas. El factor común más visible que comparten todos los casos de «ira» es que todos reciben el nombre «ira».

A veces aparece una palabra emocional nueva en nuestra lengua que da lugar a un concepto nuevo. Por ejemplo, schadenfreude, una palabra alemana que tiene un significado emocional y significa «placer causado por la desgracia de alguien», se ha incorporado hace poco al idioma inglés. El concepto emocional japonés arigata-meiwaku se refiere a alguien que nos ha hecho un favor que no queríamos recibir y que nos puede plantear algún problema, pero que, de todos modos, estamos obligados a agradecer.

Combinación conceptual más palabras es igual a poder para crear realidad.

¿Cómo construye emociones el cerebro?

Los científicos saben desde hace tiempo que el conocimiento del pasado, cableado en conexiones cerebrales, crea experiencias simuladas del futuro, como la imaginación. Son una receta para la acción. La ciencia nos asegura que las emociones, igual que los colores y los sonidos, exigen un perceptor.

Poseemos el segundo requisito para la realidad social: el lenguaje. Ningún otro animal tiene intencionalidad colectiva combinada con palabras. Solo nosotros podemos crear y compartir conceptos puramente mentales usando palabras.

El cerebro humano está cableado para confundir sus percepciones con la realidad. Si el cerebro actúa por predicción y construcción y se cablea a sí mismo por medio de la experiencia, no es una exageración decir que si cambiamos nuestras experiencias actuales hoy, podremos cambiar quiénes seremos mañana.

El yo es nuestra sensación de ser quienes somos y tiene una continuidad en el tiempo, como si fuera nuestra esencia. El yo forma parte de la realidad social. No es exactamente una ficción, pero tampoco tiene una naturaleza objetivamente real como un neutrón.

En general, nuestro yo es como un conjunto de pautas que resumen lo que nos gusta, lo que no nos gusta y nuestros hábitos en el momento. Si el yo es un concepto, construimos casos de nuestro yo por simulación.Y si tenemos una red atrofiada, como ocurre en la enfermedad de Alzheimer, podemos llegar a perder nuestra sensación de yo.

Dueños de nuestras emociones

Podemos cambiar nuestro «yo» ajustando nuestro sistema conceptual y cambiando nuestras predicciones no solo cambiamos nuestras experiencias futuras, esto ofrece una nueva inspiración para cómo convertirnos en dueños de nuestras emociones.

La «co-construcción» o construcción conjunta y compartida de la experiencia también nos permite regular recíprocamente nuestros presupuestos corporales; esta es una de las grandes ventajas de vivir en grupo.

Nuestras palabras nos permiten entrar en los nichos afectivos de los demás, incluso a distancias enormes. Nuestra elección de palabras tiene un impacto enorme en este proceso porque esas palabras conforman las predicciones de los demás. Somos unos animales excepcionales que podemos crear conceptos puramente mentales que influyen en el estado de nuestro cuerpo. Lo social y lo físico están estrechamente vinculados por el cuerpo y el cerebro, y nuestra capacidad de movernos con eficacia entre lo social y lo físico depende de una serie de capacidades que podemos aprender.

El cerebro humano es un maestro del engaño

Crea experiencias y dirige actos con la habilidad de un mago y nunca revela cómo lo hace; mientras, nos da una sensación de falsa confianza en que sus productos —nuestras experiencias cotidianas— revelan su funcionamiento interno. La alegría, la tristeza, la sorpresa, el miedo y otras emociones parecen tan distintas y tan connaturales que suponemos que tienen causas separadas dentro de nosotros.

Cuando suframos por algún mal o alguna injuria, preguntémonos si de verdad estamos en peligro. ¿O quizá esta presunta injuria solo amenaza la realidad social de nuestro yo? Para mejorar la percepción de emociones, debemos renunciar a la ficción de que «sabemos» qué sienten los demás.

Nuestras percepciones de los demás son simples suposiciones, no hechos. Los recuerdos no son como fotografías: son simulaciones creadas por las mismas redes que construyen las experiencias y las percepciones emocionales. Sentir curiosidad por su experiencia es más importante que tener razón.

Las emociones que percibo están guiadas por mis predicciones. Por lo tanto, la comunicación emocional se da cuando dos personas predicen y categorizan en sincronía. Las emociones son el resultado de la evolución, pero no como esencias transmitidas desde algunos animales ancestrales.

Experimentamos emociones sin esfuerzo consciente, pero eso no quiere decir que seamos recipientes pasivos de esas experiencias. Percibimos emociones sin instrucción formal, lo que no significa las emociones sean innatas o independientes del aprendizaje. Lo que es innato es que los seres humanos usamos conceptos para construir realidad social y que, a su vez, la realidad social cablea el cerebro.

Las emociones son creaciones muy reales de la realidad social, creadas por cerebros humanos junto con otros cerebros humanos.

Creencias, emociones y el realismo afectivo

El realismo afectivo es el fenómeno de que experimentamos lo que creemos, es inevitable a causa de nuestro cableado. A todos nos gustan las cosas que respaldan nuestras creencias, y normalmente nos desagradan las que las violan. El realismo afectivo hace que sigamos creyendo algo, aunque las pruebas lo pongan en tela de juicio. No es por ignorancia o malevolencia; es simplemente una cuestión del cableado y el funcionamiento del cerebro.

Cuando el realismo afectivo no se controla, la gente está totalmente segura y es inflexible. Aunque el realismo afectivo es inevitable, no estamos indefensos frente a él. La mejor defensa contra el realismo afectivo es la curiosidad.

Nuestra experiencia personal se construye activamente mediante nuestros actos. Retocamos ligeramente el mundo y el mundo nos retoca a nosotros. Esas sensaciones que nos llegan, como cualquier otra experiencia, pueden recablear nuestro cerebro.

Ninguna realidad social concreta es inevitable. Lo que experimentamos como «certeza» —la sensación de saber lo que es verdadero sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre el mundo que nos rodea— es una ilusión que fabrica el cerebro para ayudarnos a salir adelante cada día.

Renunciar a un poco de esa certeza de vez en cuando es una buena idea. Nuestro cerebro puede crear más de una explicación para el input sensorial que nos rodea. Una dosis sana de escepticismo produce una visión del mundo que es diferente del mundo genéticamente justo de la visión clásica. Nuestro lugar en la sociedad no es aleatorio, pero tampoco es inevitable. El progreso en la ciencia no siempre se refiere a encontrar respuestas, se refiere a plantear mejores preguntas.

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Comentarios
Yolanda Lopez Salgado - 09-07-2020 08:37 Responder
Magnico y muy interesante.
Florentino Rodao - 09-07-2020 13:24 Responder
Un buen numero de perlas hay en este texto. La parte de las percepciones, en especial, muy bien trabajada
Concha Costa - 10-07-2020 10:08 Responder
Muy Interesante Juanma! \r\nAdemás de interesante, me gusta como distribuyes y detallas el texto, fomenta su lectura...Gracias!
Francisco Junquera - 12-07-2020 11:14 Responder
Que bien colega Juanma, estoy alineado con estas reflexiones sobre todo cuando dices eso de que \"nuestras percepciones nos obligan a creer que experimentamos el mundo tal como es cuando en realidad experimentamos un mundo construido por nosotros...\". Enhorabuena por el artículo. Un abrazo Kiko
Fernando Vargas - 27-08-2020 11:32 Responder
Enhorabuena Juanma, me ha encantado el artículo. La idea de que somos sujetos activos y constructivistas me devuelve todo el poder de diseño de mi propio \"yo\" en relación, no determinada pero sí influida, con mi historia de aprendizaje, los conceptos compartidos y co-creados dentro de mi aleatorio contexto y el impacto, no siempre consciente, de mis interpretaciones y predicciones ilusionistas de mi propio cableado. Si no hay percepción sin perceptor, podríamos decir que no hay emoción sin \"emocionador\", no como sujeto pasivo del fenómeno, sino como agente protagonista de todo el proceso psico-fisiológico. La \"curiosidad\" que propones como defensa del realismo afectivo, me devuelve el poder consciente de desactivar mis aprendizajes previos, para dejar de predecir, y liberar de ese modo espacio para sorprender a mi propio cerebro y al \"yo\" que me ha traído hasta aquí. Tal vez así, esté más cerca de desvelar el truco del ilusionista que llevo dentro del cráneo, cuando deje de mirar a donde él me sugiere...y mire donde yo elija. Porque truco...seguro que tiene...aunque parezca magia...¿ o no?
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