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Cómo gestionar el estrés

Patxi Rocha del Cura
Executive Coach por EEC
MCC por ICF

Estamos vivos porque tenemos la capacidad de estresarnos. El estrés es un recurso necesario y útil para hacer frente a los retos de la vida diaria en mejores condiciones. Digamos que es una respuesta que se activa para procurar al organismo de recursos excepcionales que le permitan afrontar con éxito las situaciones más difíciles. 

¿Cómo se convierte el estrés en un problema?

Cuando el estrés es intenso, frecuente y se mantiene en el tiempo, en ese momento, pueden parecer síntomas y desajustes (ansiedad, insomnio, fobias y otros trastornos) que nos anuncian que el estrés se ha convertido en un problema. Un problema de salud real.

Las enfermedades funcionales causadas por la confluencia de factores ambientales, sociales y conductuales son, a día de hoy, la mayor causa de mortalidad. El estrés está asociado a un estilo de vida propio de nuestra época. 

¿Cómo se gestiona el estrés? 

Cada año de nuestra vida suceden eventos que nos estresan, que requieren de una adaptación intensa y de una movilización de recursos personales y emocionales que nos dejan huella; incluso aquellos eventos que suponen una mejora en nuestras vidas necesitan de un período de adaptación y de ajuste que compromete a nuestro organismo en el plano físico, mental y emocional. 

La respuesta de estrés es una respuesta automática del organismo a cualquier cambio ambiental, externo o interno, mediante la cual se prepara para hacer frente a las posibles demandas que se generan como consecuencia de la nueva situación. Esta respuesta va encaminada, en líneas generales, a facilitar el responder y hacer frente a la nueva situación generada poniendo a disposición del organismo recursos excepcionales.

¿Cuándo respondemos con estrés?

Para saber si el organismo dará o no una respuesta de estrés no basta con determinar si una situación es o no estresante. La respuesta de una persona será de estrés -o no- en función de las demandas objetivas del medio (la situación) como de la percepción de los recursos o habilidades de que dispone para enfrentarse a ellas.

Podemos entender el estrés como una balanza. En un lado de la balanza están las demandas que percibimos: trabajo, familia, vida social, responsabilidades… En otro lado, están los recursos que cada uno percibimos tenemos para afrontar esas demandas. 

En ese balance interpretativo que hacemos cada uno, surge la percepción y la respuesta de estrés. Y siguiendo con la analogía de la balanza podemos hablar de tres tipos de estrés: negativo, positivo o por aburrimiento.

·      El estrés negativo o distress se da cuando percibimos  que las demandas (trabajo, familia, responsabilidades), “pesan” más que mis recursos para hacerles frente. “No doy abasto”, “Me harían falta un día de 28 horas” son expresiones que ilustran esta percepción.

·      Estrés positivo o eustress: aquí percibo que mis recursos personales “pesan” más que las demandas que tengo. Es este estrés el que nos permite superarnos, afrontar retos, crecer personal o profesionalmente.

·      Estrés por aburrimiento: Aquí percibimos que nuestros recursos “pesan” mucho más que sus demandas. Por ejemplo, tengo una cualificación profesional determinada (con muchos recursos) y mi trabajo es poco estimulante y retador (la demanda es muy baja).

Por tanto, la respuesta de estrés no es negativa en sí misma, al contrario, el estrés facilita disponer de más recursos para hacer frente a situaciones que se suponen excepcionales. 

Si entendemos que el estrés es la suma de cambios inespecíficos del organismo en respuesta a un estímulo, como dijo Hans Selye, lo importante y lo interesante es conocer el estrés y sus implicaciones para nuestra salud física y emocional. 

¿Qué impacto tiene el estrés en tu cuerpo y en tu vida generalmente?, ¿y actualmente? ¿Qué herramientas empleas tú para enderezar la balanza?

 

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